Pregón S. Fco. Javier 2013

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 POR  PAULINO  GARCÍA  CEDRÉS

Señoras, señores, vecinos, amigos todos, buenas noches y sean bienvenidos a este humilde pregón.Paulino Garcia
No quiero empezar sin agradecer a los chicos de la asociación de vecinos y a todos los que han hecho posible las fiestas del barrio.
Ya son 48 años los que llevo viviendo en San Francisco Javier. Fue en el año 1959 cuando decidí venir de la vuelta bajo p’al Puerto.


Por ese entonces Encarnita Polo era la cantante del momento, la yenka era el baile de moda, nacía la Infanta Cristina, mira tú por dónde Paulino García Cedrés venía p’al barrio.

 El barrio era un llano enorme con dos morros, el de arriba y el de abajo. Se plantaban tomateros y arvejas. El de seño Antonio el de la Camella era todo plantable hasta que vendió los solares.
Recuerdo ver la casa de seño Antonio, Valentín el de la granja, la de Pepe el zapatero, la de Marcos Santana, la de Juan, la de Lorenzo, la de seño Rocío el pastor, la del mecánico maestro Miguel.
Vi que había un pozo donde se sacaba agua pá los cocederos que estaba justo en la entrada del  barrio.
Como dice Pepe Monagas viniendo de abajo p’ariba te queda a la izquierda de arriba p’a bajo te  queda a la derecha. Las salinas fueron desapareciendo poco a poco.
Los solares en esa época costaban 10 pesetas el metro cuadrado. ¡Eran otros tiempos!
Aún recuerdo como construíamos las casas nos ayudábamos unos a los otros.
Ramírez el de la gasolinera le prestaba el camión a mi hermano Marcial y nos íbamos los  Domingos, mi cuñado Andrés, Luis, Germán, Manuel García… a coger grava pá la playa Afre. Aquello allí era venta libre, no nos ponían pegas.
De aquella zona aún recuerdo una anécdota, concretamente en la laja del Berrugo, mandé parar el camión. Allí me bajé con la intención de coger unos pulpos… Ellos siguieron en el camión porque tenían que coger la grava.
Cuando terminé de pulpiar pensé llegar hasta ellos pero me escondí arriba en el Sarapico detrás de una aulaga p’a verlos trabajando.
Preferí que cargaran el camión y terminaran, yo con los pulpos tuve ese día. Manuel se descojonaba de risa cuando le dije que estaba escondido. Mi cuñado Andrés me decía te cojo y te mato.
Después allí mismo hicimos un asadero y con el camión y la barriga llena volvimos p’al Puerto.
Los bloques los comprábamos en los Betancores y el cemento en las Afortunadas.
Todavía recuerdo cuando los del Ayuntamiento nos dijeron que le diéramos dos metros p’alante al solar. ¡madre mía! Ya teníamos hecha hasta las cepas con el relleno y todo y no hubo manera de convencerlos. P’alante y p’alante rodamos.
Los taxis no entraban p’a dentro porque las calles eran caminos de tierra.
Las aceras eran todo de bloques hechas por nosotros mismos. Después más tarde, el Ayuntamiento cuando empezó a poner la luz las rompió y las hicieron nuevas.
Me acuerdo en el 76, que la guagua de Portuario nos dejaba en la casa de los cuarteles. Eran las  12 de la noche y yo venía caminando de Titerroy p’aca cuando me dijo un centinela… ¡alto quien va! Y yo le contesté ¡un trabajador! Y él me dijo ¡manos arriba!
Yo estaba con las manos arriba y con el cigarro también… No me dio tiempo ni apagarlo, después  vino un sargento y los soldados corriendo. No pasó nada pero el susto se le quedó a uno en el  cuerpo. Desde entonces venía por la Vega.
La Vega estaba cerca, de hecho al lado del bar Tintan, Perico tenía la tienda y allí íbamos a comprar. Hasta que finalmente la abrió en la calle Felipe II. Poco a poco el barrio fue teniendo servicios básicos. Los huevos y la leche los comprábamos en la granja de Valentín. Todo lo  demás se apuntaba en la libreta de Perico.
En Arrecife se apagaban las luces a las doce. Aquí, en el barrio, sólo había quinqueles y faroles. Yo tenía un farolillo que me traje de Cabo Blanco, era quien me alumbraba cuando oscurecía.
Los chinijos se entretenían en los llanos tirando piedras porque no había otra cosa. Cuando fueron creciendo juntaban madera y las quemaban por San Juan. Hoy en día ya no hay ni un llano p’a hacer una fogalera.
Antes se hacían muchas por debajo de casa seño Antonio, Valentín, detrás de casa mismo.
El barrio fue creciendo poco a poco. Se empicharon las calles, llegó la luz y el agua a nuestras casas, Perico hizo la tienda más moderna, hicimos con esfuerzo los salones parroquiales, pusieron el parque pá los chinijos, hicieron el teleclub, la iglesia más grande y por fin la guagua empezó el otro día a pasar por dentro del barrio.
Pero todavía hay que seguir luchando. Hoy estamos celebrando las fiestas en un teleclub que le falta suelo, ventanas, la luz… Esto es muy triste.
Por eso yo quiero decirles a los políticos que no solamente vengan a pedir el voto cada cuatro años y que se acuerden que hoy en día los 3500 vecinos del barrio, pagamos contribuciones para que mejoren nuestra vida.
Yo creo que el barrio se siente orgulloso de sus fiestas porque es una distracción para todos los que vivimos aquí. Volvemos a vernos las caras, nos olvidamos de las tristezas y nos alegramos un rato. Aunque sea entre llantos y cantos se pasa la vida.
Quiero recordar a todos los vecinos y vecinas que se han ido que de alguna manera siempre estarán orgullosos de haber vivido en nuestro barrio.

¿Viva San Francisco Javier!

¡Viva!

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