Por CÉSAR SALINAS ARAOZ
(Fuente : LA VOZ – 2 Diciembre 2004)
(…) “La vida de San Francisco Javier fue puesta como ejemplo en el pregón del psicólogo César Augusto Salinas Araoz para »crear una vecindad mejor, donde se pongan en práctica sus enseñanzas». Así lo manifestó Salinas a los vecinos del barrio que lleva el nombre de este santo, a los que explicó que «actualmente se vive en un mundo muy acelerado, en el que muy pocas veces se tiene tiempo para encontrarse a sí mismo, para establecer una adecuada comunicación con los hijos, con la pareja». Una actitud que se diferencia de la de San Francisco Javier, «que era sincero y humilde y decía las cosas claramente, sin rodeos» y que «no acumuló ningún tipo de lujo terrenal».
El psicólogo lamentó cómo «ahora la violencia es el verbo, el adjetivo y el sustantivo, a pesar de contar con todos los medios y recursos para conquistar el universo y florecer como raza». Salinas definió a la violencia «como un mal de las mismas dimensiones que el cáncer y el sida, porque corrompe y destruye a las personas y sociedades de manera lenta y gradual pero efectiva».
«San Francisco Javier era un hombre jovial y obediente, era muy alegre, todas las personas que lo conocieron decían que hablando con él era imposible estar triste, soportó con heroísmo todas las contrariedades, sufrimientos, fatigas, hambres y peligros», explicó el psicólogo. Finalmente, Salinas hizo un canto a la vida: «Estimados vecinos y amigos, la vida es corta y puede terminar en cualquier momento, por ello les invito a vivirla intensamente dando a los demás lo mejor que Dios te dio… el compromiso con tu barrio te está esperando».
La historia de un santo
Nacido en 1506 en el seno de una familia noble, hijo de Juan de Jasú y de María de Azpilicueta, en 1525 viaja a París para estudiar Filosofía. Allí conoce a San Ignacio de Loyola, lo que marcará una profunda influencia para el resto de sus días. Así, toma los hábitos en 1534, se ordena sacerdote tres años más tarde en Venecia y participa en 1539 en la fundación de la Compañía de Jesús, en Roma.
Siguiendo la política de expansión de la Compañía, accede a viajar junto con cinco religiosos más a la India en 1541, respondiendo a una petición de Juan III de Portugal. Así, durante su viaje pasa por Madagascar y Mombasa, deteniéndose finalmente en la colonia portuguesa de Goa (1542), donde trabaja en la atención de enfermos y la conversión de los nativos.
Consciente de la utilidad del conocimiento de la lengua indígena para su apostolado y de la presencia física como vehículo de propaganda, traduce las obras religiosas básicas, viaja por los poblados y predica entre los nativos, lo que le hará ser visto como un personaje dotado de santidad.
Su actividad misionera no se para en Goa, sino que via¬a a Ceilán, recorre Indonesia y, tras conocer la existencia del Japón, funda allí los inicios de la colonización misionera. Pese a ambicionar la evangelización del inmenso imperio chino, muere de pulmonía el 3 de diciembre de 1552. En 1622 es canonizado por Gregorio XV, siendo más tarde nombrado patrono y protector de las misiones”.(…)