POR CARMEN GLORIA BRITO PAZ
Buenas noches señores y señoras, estimadas autoridades, señor presidente de la comunidad y vecinos de este lugar. No es para menos estar orgullosa de haber nacido, crecido y vivir en este lugar mitológico de Maneje. Lo mismo que sintieron aquellos antepasados nuestros, los majos, cuando llamaban a su isla Titerroy, nombre que dejaron grabado en rocas, barrancos y montañas, lugares que a su vez dieron nombre a las cuatro calles que formaron aquel primer y pequeño asentamiento, hoy un laborioso y prospero lugar: Tisalaya, Tinache, Timbayba y Tilama, y fije en esta última donde mi madre dio vida a nueve hermanos, entre ellos yo misma, y nos educó con sabiduría popular.
Soy una apasionada de la historia y del saber popular de nuestra isla y trataré de contarles un poco de la historia y de este pueblo, de las gentes y de sus sentimientos, ya que cada uno sentó cátedra en este singular paraje y traían escrito la propia historia de su pasado, de su presente y de lo que deseaba de su futuro, como lo hicieron mis buenos vecinos de la calle Tilama: María y Laureano, María y Meluco, Irene y Francisco, Marcelina y Víctor, Socorro y Guillermo, Ana y Ramón, y mis propios padres, que para encontrar un buen vivir mejor, abandonaron sus antiguos y queridos hogares llenos de recuerdos de amor y alegría, de tristeza y de calor humano, pues todas aquellas familias generalmente numerosas, se iban agrupando y preparándose para una insegura migración, que como dirían acertadamente los cazadores: «ya llegan las bandadas de palomas», puesto que iban posándose en distintos lugares buscando viejos palomares donde refugiarse y buscar comida para alimentar a sus pichones.
En primer lugar hablaré de Valterra, donde los hombres y mujeres formaron la mejor colonia marinera y donde aún hoy se oye el eco del agudo piar del guincho y la del águila pescadora. Pescando lisas en su acuario privado el Charco de Sanginés. Tahiche chico y el Lomo, uno de los más antiguos asentamientos migratorios con gentes de Tahiche el grande, de Nazaret y Teguise que alternaban durante el año las labores del campo por las de la mar, cambiando el arado por el timón de un velero.
Altavista, fue la segunda ocupación por habitantes del norte. La mayor parte del pueblo de las 10.000 palmeras, Haría, donde los numerosos artesanos vinieron a probar suerte, con los derivados de la palmera, el pírgano para sus cestas, la hoja para esteras y el blanco palmito para la típica sombrera conejera, entre aquel grupo de grandes artesanos estaba Doña María, la mejor cestera de aquellos tiempos, la que hizo una cesta por encargo, tan grande que tuvo que quitar la puerta para entregársela al cliente.
El tercer poblamiento fue Titerroy, al que también se le llamó Santa Coloma, nombre que nunca me agradó, pues no es apropiado para mezclarlo con este precioso e histórico nombre, el que tantas veces repitieron aquellos habitantes de tez morena llamados majos de Titerroy, del que yo me sigo sintiendo orgullosa y feliz, de seguir viviendo en este maravilloso lugar, el que eligieron mis padres para criar a sus hijos y donde yo también he criado a los míos, y porque pienso que no hay otro sitio mejor en la tierra para cumplir los plazos de la vida.
Quisiera compartir con ustedes una breve historia de este lugar, que escuché a través de las voces de los hombres y mujeres del ayer y de los primeros habitantes que ocuparon aquellas pequeñas casitas blancas, con sus cancelitas verdes, las que tenían 85 metros cuadrados de solar.
También quiero recordar aquí a las personas encargadas del reparto de las viviendas, como fue el ya desaparecido delegado del gobierno Don Santiago Alemán, natural de Gran Canaria y padre del genial pintor y ex director de la escuela de artes y oficios, Santiago Alemán.
Era Don Santiago un hombre humanitario donde los hubiese, el que hizo un justo reparto a los necesitados y el que con dinero de su bolsillo cubría la pequeña entrada que se tenía que dar para poder ocupar la casa, como le sucedió a mi padre, que por no disponer de las 7.000 pesetas para que le entregaran la llave, renunció a la misma y cuenta que cuando le comunicó su decisión a Don Santiago, este le dijo: «acompáñame a las viviendas que quiero ver una cosa». Durante el trayecto hablaron tranquilamente de asuntos banales. Finalmente cuando llegaron a la casa, Don Santiago le entregó el contrato y las llaves a mi padre, y con calma le dijo: Amigo Juan, cuando tenga a toda la familia dentro me lo comunica y cuando vaya a mi despacho háblame de cosas alegres y bonitas, que de eso usted sabe mucho, nunca más de cosas tristes. Don Santiago era un hombre jovial y divertido, y mi padre le hablaba de parrandas, de cantares, de bailes y de historias de Lanzarote, y fueron grandes amigos.
Siguiendo la historia de este lugar, podemos decir que los mayores describían a estos parajes como eriales inhóspitos y solitarios, cubiertos de pedruscos y como dice acertadamente un viejo dicho, donde no paraban ni los alcaravanes, porque estos necesitan terrenos llanos y limpios de tropiezos, para hacer sus cabalgadas por las noches. Todo era desierto, solo se veían pequeñas y estrechas veredas de cabras, por donde pasaban los ganados de Andrés el pastor, Chano Arrocha y el de Francisco el mutilado, como se le conocía cariñosamente, ya que fue herido y mutilado en los campos de batalla de la guerra Civil Española.
Comentaba un vecino llamado Francisco, familiar mío y uno de los primeros en ocupar las viviendas, que aquellos Majuelos o solares, donde estaban fundadas las cuatro calles, las regaló la Marquesa de Santa Coloma.
Y También El Señor León Pérez, quizá el hombre de más edad que vivió en la calle Tisalaya, contaba que todo ese gran territorio; desde los cuarteles pasando por Altavista hasta el volcán de Tahiche y los lindes de Árgana, también pertenecían a la Marquesa era conocido con el nombre de los llanos de Maneje o desierto de Maneje.
Volviendo a recordar las primeras familias que poblaron las cuatro calles de Titerroy, entre ellas se encontraba la de mis padres, que fueron los quintos en tomar posesión de la casa número 10 en la calle Tilama. Como he dicho al principio, aquí nacimos, crecimos y salimos a los destinos de la vida, o mejor dicho, salieron mis 8 hermanos, porque yo sigo viviendo en esta casa donde también nacieron mis 3 hijos.
Desde pequeños, a mis hermanos y a mí, nuestros padres nos enseñaron a respetar y hacer el bien y ayudar a los necesitados, y eso es lo que he tratado de hacer, empezando por atender a los vecinos que venían a casa a hablar por teléfono, ya que fue el primero que se instaló en Titerroy y mi padre invitó a los vecinos para que hicieran sus llamadas y yo era la encargada de marcarles los números, puesto que muchas mujeres se ponían nerviosas porque nunca habían utilizado un teléfono en aquel tiempo. Las llamadas se pagaban por pasos, y yo era quien hacía las cuentas y los cambios, y en un sólo día podía atender a más de 10 personas, que en aquel tiempo eran un montón de llamadas.
A la Cultura aporté todo aquello que estuvo a mi alcance, ayudé a mi padre en las fiestas de San Ginés, los Carnavales y la cabalgata de reyes, buscando niñas y niños en mi escuela para vestirles de pastores, de la Virgen y de San José. En los carnavales llevando dibujos y telas a las costureras y trabajando con ellas para vestir a las máscaras. Cuando salía de la escuela iba a buscar a los participantes para los ensayos en el primer Centro Cultural que se fundó en Titerroy, en un almacén que mi padre alquiló a Don José de León de San Bartolomé, donde se formaron las primeras murgas y comparsas, también se hacían pequeñas obras de teatro, algunas de ellas con personas mayores. También se fundó el grupo infantil de los campesinos, cuyo centro fue inaugurado por el entonces delegado del gobierno Don José Piti y el alcalde Don Rogelio Tenorio, de lo que queda alguna fotografía y documento.
En el solar donde hoy está el colegio Titerroy, y donde yo realicé mis estudios primarios, siendo mi primera profesora Doña Pilar. En dicho solar hizo mi padre las carrozas varios años para la Romería de San Ginés, y yo llevaba el agua y los bocadillos a los carpinteros. Las últimas se hicieron en el año 1966, en la que participaron muchos campesinos y campesinas vestidos con sus indumentarias típicas de campo. Ese año participaron más de 100 camellos y otros tantos burros, y las fiestas fueron declaradas de interés turístico nacional, el máximo galardón, puesto que el año anterior habían sido declaradas de interés turístico.
También en nuestro querido Titerroy nació, creció y se desarrolló el galardonado grupo Folklórico «Los Campesinos», emblema y pureza del Folklore Canario, del que me honra haber sido fundadora y pertenecer al grupo de baile, y que durante 13 años llevamos y compartimos nuestras costumbres, nuestra cultura e historia, por nuestras Islas Canarias y también, fuera de sus fronteras.
También en este lugar mágico de las cuatro «tes» se fundó el primer Museo Arqueológico de la isla de Lanzarote, donde hicieron sus tesinas varios arqueólogos, entre otros Don Martín Socas, hoy Catedrático de Pre¬historia en la Universidad de la Laguna, y fue visitado por el catedrático Don Martín Almagro, Director General del Patrimonio Arqueológico Nacional con el rango de Ministro. Así mismo fue visitado por autoridades locales como D. José Ramírez, Presidente del Cabildo, y los alcaldes D. Ginés de la Hoz, Don Rogelio Tenorio, y Don Jaime Morales. Periodistas y escritores como Don Agustín de la Hoz y Don Jesús María Godoy, el que ilustró su libro «Volcán de leyendas», con fotografías tomadas a piezas arqueológicas en el Museo de Titerroy. También visitó aquel pequeño museo el galardonado periodista D. Guillermo Topham, así mismo el joven periodista en aquellos tiempos Don Agustín Acosta Cruz.
Permítanme que traiga a este presente el recuerdo de aquellos tantos vecinos ya desaparecidos, los verdaderos fundadores de la que es hoy este pacífico y prospero barrio. Fueron ellos los que convirtieron aquellas estrechas vereditas de cabras en estas largas y amplias avenidas por donde rodaron los coches de sus hijos y seguirán circulando los coches de sus nietos, los que nunca sabrán que anteriormente fueron unos áridos Chiribitales, que estuvieron mucho tiempo olvidados de la mano de Dios.
Fueron cuatro hombres sabios, llegados de distintos lugares de esta pequeña tierra nuestra Lanzarote, los que dieron la vida y enriquecieron esta tierra. Estos cuatro hombres eran: un Campesino, un Marinero, un Pastor y un Artesano. Siempre pienso que aquellos 4 sabios se sentaron en una mesa imaginaria y que cada uno aportó sus conocimientos para la supervivencia de su raza y de esta forma también imaginaron la convivencia de las comunidades. Este momento es ideal para recordar un antiguo refrán que dice:
El pastor vive del monte De la mar vive el marino El artesano del arte De la tierra el campesino
El marinero, con sus aparejos de pesca sacaba de los ricos fondos marinos, una importante parte del alimento que necesitaba el hombre para vivir. El campesino cosechó, en una tierra nacida del fuego y de la sal, los mejores granos, frutos y verduras. El pastor siempre cuidó que sus ganados comieran los mejores pastos nutritivos, para ordeñar la mejor leche y hacer el mejor queso. El artesano le hizo el barco y los anzuelos al marinero, al campesino la reja de su arado, para que labrara y sembrara la tierra. Al pastor le hizo los cencerros, para sus ganados para que las cabras comieran escuchando la música.
Música como la que yo he oído durante cuarenta años dedicada a la enseñanza del folklore, impartiendo clases en casi todos los colegios de la isla y centro socioculturales, en la casa de la cultura Agustín de la Hoz y más de 20 años en el Taller de Bailes Típicos del Cabildo y recordar que fue en las aulas del colegio Titerroy donde se fundó dicho taller. Han participado durante estos años, más de diez mil alumnos, algo de lo que me siento orgullosa. También estoy orgullosa de haber dedicado más de la mitad de mi vida a tan noble causa, como es nuestra Cultura y nuestra Historia.
En estas clases que impartí, las niñas y niños aprendieron y conocieron muchos aperos que utilizaban los campesinos y, por supuesto, sus manejos. También los aparejos con que maniobraban los marineros a bordo de los barcos y todo esto lo aprendieron a través de más de 20 coreografías, adaptadas a dichas herramientas, pues muchos de aquellos primeros alumnos, que hoy son madres y padres, seguramente le habrán contado a sus hijos que el arado tiene una «revisa» para que el labrador haga el surco derecho y que el barco tiene timón, para que el marinero también lleve derecho su barco de muelle a muelle.
Antes de despedirme, quiero compartir una mención especial para todos los sacerdotes que han predicado la fe cristiana de nuestro Obrero San José, los que con tanto amor, buenas intenciones y sanos consejos repartieron la paz y la armonía en nuestro Iglesia y que también fueron los que purificaron a mis tres hijos, con el agua bendita en el Sacramento del Santo Bautismo.
También mi sincero recuerdo para D. Francisco, D. Ramón, D. Santiago, D. Elías, D. José Antonio, D.Venerando, D. Ricardo y para nuestro actual confesor Don Agustín. Por último pido a Dios una Santa y larga vida para ustedes, autoridades, vecinos y amigos, a todos les ofrezco una eterna amistad ya que les considero parte de mi familia y a la familia se les ama y se les quiere con el Corazón
Gracias