POR MARCIAL MARTÍN BERMÚDEZ
Los políticos somos, esencialmente, pregoneros del sentir popular en cuanto ello significa descubrir hechos y necesidades y plantearlos ante los poderes fácticos. Pero lo que en esta ocasión me ha traído a Titerroy no es tal, que aquí todo está muy claro y la vista salta, sino el inmerecido honor que me han hecho de encargarme que pronuncie el pregón de las fiestas de este barrio, y ello significa, como la Academia nos enseña, que debo, sobre anunciar su celebración, incitarles a participar en ellas.
Huelgan los anuncios porque aquí están todos y todos conocen el hecho, también está de más que yo les invite a la participación, porque basta observarles para saber que tienen el ánimo excelentemente dispuesto. Sin embargo, algo habré de decir, porque a ello me comprometí al aceptar el amable encargo, y nada más oportuno que proponerles una gozosa reflexión sobre la historia de Titerroy, desde las grandes dificultades de su principio hasta la realidad de hoy, no exenta de ellas, pero repleta de fundadas esperanzas.
Nació Titerroy en el año 1955, cuando unos cuantos conejeros erigieron, en un terreno de vegas salpicadas de campos de tímidos e incipientes cereales y grandes balsas de agua que aliviaban la sed de la entonces olvidada ciudad de Arrecife, algunas casas en las que dar descanso a su fatiga y encontrar refugio contra el hacinamiento. El germen de Titerroy fue el trabajo de un pueblo que deseaba una vida mejor y bautizó el lugar con el nombre primitivo de Lanzarote, antes de que la isla fuese conquistada por los normandos en el verano de 1402.
Ha sido tarea vana intentar averiguar el significado de Titerroy o Titerroigatra. Marín y Cubas afirma que Tite es el nombre de un pueblo situado en la costa atlántica de Marruecos, en las proximidades de Mazagán (en árabe. El Jadida), mas, sea como fuere, los primeros habitantes del barrio lo eligieron en prueba de fidelidad y amor a sus orígenes, que es la mejor manera de honrar el legado recibido de nuestros mayores. Hubo más tarde el absurdo cambio de tan genuino nombre por el Santa Coloma, pero el ominoso período acabó merced a la feliz iniciativa de la juventud, esta juventud aquí presente, que fue secundada con entusiasmo por el resto del barrio y respaldada por el Ayuntamiento de Arrecife, con su alcalde, José María Espino, a la cabeza.
Las pocas y diseminadas casas del principio han dado paso a un barrio que, demográficamente, es el más importante de esta ciudad, pero que, además, se distingue por otras muy favorables particularidades. Titerroy es la consecuencia del trabajo y la laboriosidad de su gente que ha sabido luchar contra la adversidad y resolver sus problemas con esfuerzo solidario, haciendo gala de un insólito sentido cívico que abarca desde la pacífica convivencia hasta una incesante y fecunda preocupación por su entorno. No hay más que ver la limpieza y pulcritud de estas calles para convencerme del esmero con que cuidan ustedes Titerroy y del afán de superación, de esa legítima ambición de prosperidad, de sus inquietudes culturales, que han creado escuela y opinión en Lanzarote, y de la rotunda oposición a cualquier clase de resignación conformista. Titerroy y su concepto del progreso y del desarrollo son un esclarecedor ejemplo digno de ser imitado por cuantos confíen en el éxito de una labor común y no teman al tesón, a la constancia y al sacrificio.
Injusto sería que omitiese yo en estos momentos el reconocimiento a la magnífica y meritoria aportación de las mujeres de Titerroy a su barrio, al que han regalado el celo y el primor con que atienden sus hogares y se aplican a sus cometidos laborales. Las mujeres de Titerroy, amén de su belleza y atractivo indiscutibles y les ruego que reparen en la justicia de lo dicho y no me tachen de machista y adulador por ello, son activas y participativas en su hogar, en su empleo y en la vida comunitaria; no esperan acontecimientos, sino que los provocan en procura de un mayor bienestar y la consiguiente alegría de vivir y convivir en armonía. Belleza, sensibilidad e iniciativa son virtudes de mucho provecho si se combinan convenientemente, y en Titerroy los resultados son evidentes y dejan abonado el camino a la ilusión. Por eso no creemos incurrir en el defecto de la imprudencia o la temeridad si nos aventuramos a pronosticar un futuro dichoso a Titerroy con el argumento que nos da su trayectoria, que hace del barrio una ciudad dentro de una ciudad, pero no por mor de separaciones o barreras físicas, sociales, económicas o políticas, sino por la conciencia colectiva de sus moradores. A Titerroy hay que venir a aprender, no a enseñar y, menos todavía, a dogmatizar, porque Titerroy ha adquirido la sabiduría que dan años de pugna contra la marginación y se ha enriquecido con el vivo equipaje de todos los que aquí han llegado en busca de acomodo y que, al mismo tiempo, han aprendido de los que ya estaban el mensaje fraternal de un objetivo de prosperidad para todos, forjado igualmente en el esfuerzo de todos. La historia, amigos de Titerroy, es la historia del triunfo del trabajo sobre la penuria, del entusiasmo sobre la desesperanza, de la generosidad sobre el egoísmo.
El tiempo de un pregón, cuando los recursos de su autor son limitados, ha de ser breve para evitar el tedio y la injusticia, e injusto sería mencionar, con el propósito de alargado, algunos nombres de personas de este barrio para alabarlas por todo lo hecho, si la alabanza corresponde a todos ustedes y a los que les precedieron en esta hermosísima tarea colectiva. Se han hecho notar, se han hecho oír, se harán cada vez más importantes y, así, nadie podrá desatender sus reivindicaciones, cuya justicia estará siempre avalada por el ejemplar comportamiento de ustedes. Si Arrecife tiene las marinas más bellas de todo el archipiélago canario, Titerroy es un balcón asomado al océano que no llega la erosión de los viles, vagos y mezquinos, y sí la suave brisa de la comprensión, la inteligencia y el amor al prójimo.
Por eso, amigos de Titerroy, con sentida y sincera admiración que les profeso, les animo a proseguir el camino y, eso sí, a que ahora hagan un alto en él y se dediquen al saludable ejercicio de la diversión, mucho más estimulante cuando se tiene clara la mente, tranquila la conciencia y la reconfortante certidumbre de haber cumplido el deber ciudadano y mostrado a quienes quieran seguirlas las líneas maestras de una labor ejemplarmente fructífera en su magnanimidad. Muchas gracias, queridos amigos por la paciencia y atención, y ahora gritemos todos juntos: ¡Viva Titerroy!