Pregón de Ntra.Sra. del Carmen (Valterra) 2010

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 POR  AURELIANO MONTERO GONZÁLEZ

¡A Valterra! ¡Mi siempre sufrida Valterra!
El eterno hogar de los “roncotes”. La cuna de los mártires.
¡Valterra! Con la corta vida que tienen tus calles, y la larga historia que han escrito.
Pero sería injusto hablar de este emblemático de Arrecife, sin hablar antes de la propia Arrecife; no en vano, Valterra es la heredera de una tradición pesquera, nacida en el antaño fértil litoral capitalino.

 Antes de la llegada de los Conquistadores, cuando toda la isla era la tierra de los Mahos, nuestros antepasados… toda la zona litoral de lo que hoy es Arrecife era conocida con el nombre de Elguinaguaria.
Había tres poblados confirmados: uno en Argana, otro en Maneje, y el tercero aquí, en Valterra. Y sus habitantes no podían ser menos. Vivían de las capturas de pescado que realizaban en nuestra orillas, con el método del “embarbascado”: construían muretes de piedra en la zona entrante de costa, y cuando la marea subía, arrojaban al agua la savia del cardón o de la tabaiba, para adormecer a los peces; que luego eran cogidos a mano o matados a palos.
Todavía algunos de nuestros mayores guardan en su memoria, el recuerdo heredado del Gran Goro de Arrecife: una construcción primitiva, circular, de 2 metros y medio de altura y 5 metros de diámetro, cuya base eran gigantescas piedras perfectamente colocadas. Según nuestros cronistas, primero, y los arqueólogos después, esta edificación debió ser un Tagoror, donde el “rey” de la isla y sus altahay (nobles), celebraban sus consejos civiles y religiosos… Cito el Gran Goro de Arrecife, porque sobre sus cimientos se llegarían a construir, ¡aquí al lado!, las fábricas conserveras de Garavilla y Hermanos Ojeda.
¡Luego llegó la Conquista! Y lo que hoy conocemos como Charco de San Ginés, entonces fue conocido como Caldera del Taro, por el Señor Diego García de Herrera. ¿Por qué Caldera del Taro? Porque en el Morro de Elvira, en la frontera de lo que hoy es Valterra, se hallaba un Taro: una construcción de piedra seca, de tendencia circular, que los Mahos empleaban para vigilar la costa, y para poner a secar el pescado capturado… Otro ejemplo de la importancia que la pesca tenía para los habitantes de la zona, antes y después de la Conquista. De hecho, ya hacia 1490, a las orillas del Charco, se amontonaba una veintena de chozas, habitadas por un centenar de isleños, ¡la mayoría de ellos pescadores!
¡Y Arrecife fue creciendo! ¡Pero poco a poco!
En 1735 tan sólo contaba con 28 vecinos, y el aventurero George Glass escribió: “en ese puerto no hay ciudad, ni pueblo, pero sí algunos almacenes, en donde depositan el maíz preparado para su exportación”.
Pero en la segunda mitad del siglo XVIII, se produjo un cambio demográfico importante: las erupciones del Timanfaya habían incrementado la población de Arrecife en 78 vecinos; y muy pronto la naciente ciudad comenzó a convertir su suelo en nuevos solares. Así se consolidó como la principal zona portuaria y pesquera de la isla. Este crecimiento en importancia determinó que en 1798 se convirtiera en municipio.
A comienzos del siglo XIX, Arrecife ya tenía 1000 habitantes, y comenzó a ser llamada por los lanzaroteños como “el Puerto”. No en vano de aquí se exportaban el vino, la barrilla y la cochinilla, que tantos beneficios daban a la isla. Así fue como en 1847 obtuvo la capitalidad de la isla, en perjuicio de la Villa de Teguise. Sin embargo, todavía no se tenía constancia del potencial económico que se hallaba en nuestro cercano mar.
Se tuvo que esperar hasta la primera mitad del siglo XX. Fue entonces cuando la industria de la pesca en Lanzarote se convirtió en el industrial pesquero más importante de Canarias. Y rápidamente empresas como Lloret y Llinares, Afer y Atunera Canaria pusieron los ojos en esta ciudad, y comenzaron a construir sus fábricas.
Al mismo tiempo que la flota pesquera se consolidaba, proliferaban nuestras viejas salinas. Así los barcos obtenían en el mismo lugar lo necesario para conservar el pescado, creciendo las salinas y creándose las fábricas de salazón. Todavía muchos de nosotros conservamos en nuestros recuerdos, cuando Puerto Naos estaba completamente rodeado de salinas.
En 1951, la flota lanzaroteña, en sus diversas categorías, tonelaje y esloras, alcanzaba una cifra cercana a las 300 embarcaciones. Pero claro, en la “mina de oro” que era el sector pesquero y conservero, hacía falta tener una mano de obra disponible. Y que esta mano de obra tuviese sus viviendas cerca de la zona portuaria.
Se da la circunstancia de que en la primera mitad del siglo XX, se inició la historia de las viviendas sociales en Arrecife. Y a remolque de esta realidad demográfica, el 3 de agosto de 1954, el Instituto Social de la Marina anunció la apertura del plazo para la solicitud de viviendas para pescadores. ¿Por qué? Porque se iban a construir 200 viviendas para los pescadores y para los trabajadores de las futuras fábricas conserveras.
El lugar designado se llamaba entonces “Barriada Marinera de Puerto Naos”: un puñado de viviendas limítrofes con el puerto pesquero. Con la particularidad de que allí se hallaba la Casa del Mar: una hospedería para marineros de paso, y otras dependencias administrativas del I.S.M., y de uso social.
Como preludio del barrio que se iba a crear, el 12 de febrero de 1955 se inauguró oficialmente la Clínica Ambulatoria “Nuestra Señora del Carmen”, del mismo Instituto Social de la Marina. Este centro ya era una novedad en la época: preparado para dar asistencia a unos 15000 beneficiados, con más de 4000 familias aseguradas. En su plantilla había 7 facultativos de medicina general y 6 especialidades. Entre las personalidades que acudieron a su inauguración se hallaba el Jefe Nacional del Sindicato de Pesca y Director del ISM, Antonio Pedrosa Latas.
Por fin el 22 de junio de 1958, se inauguró el Grupo de 200 viviendas protegidas para pescadores. El nuevo y populoso barrio fue denominado “Marqués de Valterra”, con un proyecto de Rafael Masamet. A la inauguración acudió el Presidente-Delegado del ISM, el Almirante Pastor Tomarety.
Téngase en cuenta que el primitivo grupo de 200 viviendas, construido sobre una extensión de 20000 m2 de la Barriada Marinera de Naos, costó 19 millones de pesetas; y constaba de 10 bloques de 20 edificaciones cada una, encuadradas en 3 categorías de viviendas.
¡Y Valterra fue creciendo! Al mismo compás que crecían el sector pesquero y las actividades conserveras. Así fue que el Instituto Social de la Marina y los propietarios de las conserveras que entonces operaban en la isla, alcanzaron un acuerdo: construir más viviendas para sus empleados (pescadores y trabajadores relacionados con las faenas de la pesca). Las nuevas viviendas fueron entregadas en 1969, frente a la antigua Casa del Mar.
Poco a poco Valterra fue adquiriendo una personalidad propia de barriada marinera e independiente, a la vez que iban creciendo sus servicios. En 1972 abrió sus puertas la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen, atendiendo las reclamaciones de los marineros y sus familias, de construir un templo para su “protectora”.
Dos años después, la Casa del Mar se amplió, creándose una nueva planta, otro quirófano y el servicio de urgencias; pasando a pertenecer al Insalud. A partir de entonces comenzó a llamarse “Residencia Nuestra Señora Virgen de los Volcanes”. ¡Valterra iba creciendo en importancia!
Pero no debemos olvidarnos del sector que le dio la vida a Valterra, y que conformó la mayor parte de su historia: durante la década de los 50, a las ricas aguas de Cabo Juby, y en general al Banco Canario-Sahariano, acudieron los primeros sardinales lanzaroteños, propiedad de Rocar y Hermanos Ojeda, las dos primeras fábricas que se dedicaron a la conserva de las sardinas en la isla. Gracias a nuestro Banco, se desarrolló como nunca en la historia de Lanzarote el sector pesquero.
En 1960, ya estaban instaladas en la zona de Valterra, las fábricas de conserva de pescado y salazones: Hijos de Ángel Ojeda, y Afer. A lo largo del litoral de Arrecife también operaban Lloret y Llinares, Conservera Canaria, y Rocar, donde también trabajaban los vecinos de Valterra.
En 1967 comenzó su andadura la factoría de pescado “Conservas Garavilla”, en la zona donde estaba la conservera “Afer”, que previamente había sido traspasada. En esa época, Lanzarote era el principal proveedor de sardinas a países como Costa de Marfil o Nigeria.
Ya a finales de los 70, unos 40 sardinales faenaban frente a las costas del Sahara, desde Tan-Tan a Cabo Bojador. Casi 800 personas trabajaban directamente para los sardinales. Y al mismo tiempo, se daba empleo en tierra a más de 3000 familias; directamente en las conserveras, e indirectamente en ferreterías, carpinterías, talleres, comercios de alimentación, etc.
Era la época en que comenzaba a formarse, y a semi-madurar mi generación.
“Yo nací en la calle Sotileza, en la frontera del trinomio conformado por El Lomo, Valterra y El Charco, los 3 barrios “roncotiles” por excelencia.
Aquella fue una época inolvidable para mí: muy pocos vecinos llevaban reloj, porque ya las sirenas de las fábricas nos avisaban de cada turno de entrada o salida de sus trabajadores, a la hora establecida. Y los constantes olores de las factorías nos recordaban lo sacrificado que era a veces conservar el bienestar económico y laboral.
Como escribiera el desaparecido Leandro Perdomo, refiriéndose al trinomio conformado por los 3 barrios roncotiles, “el olor a pescado salado, a jareas secas y a mariscos es perenne en el barrio por donde quiera se camine, por cualquier calle que se cruce”.
Recuerdo como si fuera ayer, a los viejos roncotes reunirse tras pasar meses en la costa, en el “Bar de Raúl”, reponiendo fuerzas tras las emociones pasadas, y antes de volver a jugarse la vida en el Banco Canario-Sahariano. Y las largas tertulias de aquellos sufridos marineros, con alpargatas y en camisilla, en las emblemáticas Cuatro Esquinas, entre vaso y vaso de vino, o con el más fuerte ron blanco, añorando volver a la costa.
También pasea por mi mente la tradicional procesión de la Virgen del Carmen, que recorría la calle Pérez Galdós cuesta arriba, en dirección al camarín instalado en la entonces Casa del Mar. Y el gran cortijo de marineros que con sus familias, escoltaban la imagen de su patrona.
Guardo en mi memoria aquellos añorados instantes, en los que mi Madre y mi Abuela iban a escuchar misa en la capilla instalada en la antigua Casa del Mar, en honor a la Virgen del Carmen. Y como me obligaban a mí y a mis hermanos a acudir, a aquel camarín ocasional para la Virgen, en su tránsito hacia Puerto Naos y viceversa. Todo ello antes de que la “protectora” de los pescadores tuviera su propio templo.
Y por supuesto, no puedo olvidar las largas procesiones de familias de Valterra, que acudían a la explanada de Naos, para recibir a los siempre sufridos roncotes, que volvían a tierra tras pasar casi 6 meses en la costa. Y la fiesta que significaba la descarga de sardinas, caballas, atunes, samas, chernes, corvinas…
Son momentos que quedan grabados en la retina. Y que no deben perderse en el tiempo”.
Como tampoco podríamos olvidar, ¡aunque algunos lo querrían!, a 7 jóvenes mártires que dejaron sus vidas por la maldad y desidia de un grupo de asesinos, pagados por un gobierno vecino.
Todos nosotros, los adolescentes de aquella época, nunca podremos olvidar aquel 28 de noviembre de 1878, en que perdimos a: José María Hernández Marrero, su hermano Agustín, su sobrino Amador Hernández (Sito), a Rafael Salas Fernández, Alfredo Marrero, Juan Suárez Rodríguez, y el niño Sebastián Cañada García (14 años). ¡Nuestros queridos mártires del “Cruz del Mar”!
Y digo que nunca podremos olvidar aquella luctuosa noche, pese a que el Gobierno español de la época colocó una pesada losa de silencio en los conductos oficiales.
Pero la vida continuó. Y en los primeros años de la década de los 80, Puerto Naos era un ir y venir de barcos sardinales, atuneros y artesanales. Hubo zafras en las que se capturaban hasta 200000 kilos de sardinas. Y nuestras fábricas eran las principales exportadoras de harinas y aceites de pescado hacia Europa. Téngase en cuenta que la industria pesquera representaba el 85% del producto interior bruto de la isla…
¡El tiempo ha pasado! Y ya han desaparecido las fábricas conserveras, con su puntual sirena y los clásicos olores. Y ya ha desaparecido la enorme flota pesquera, con sus zafras de toneladas de sardinas. Y ya han desaparecido las clásicas tertulias de los marineros en las Cuatro Esquinas, tras volver de la mar. Y también han desaparecido aquellas tradicionales procesiones de la Virgen del Carmen, acompañadas por lluvias de voladores.
Lo que nunca desaparecerán son los recuerdos. Y como dije al principio, Valterra es un barrio con poca vida pero con mucha historia. ¡Y la historia la hacen los recuerdos!
Y en virtud de esos recuerdos, antes de acabar expongo dos propuestas que considero de justicia:
Que tal y como pidiera en su día el desaparecido Leandro Perdomo, se dedique una calle o una plaza a la memoria de los “roncotes”: aquellos sufridos marineros que pasaban meses y meses en la lejana costa, para poder traer el sustento a sus familias. Los largos amaneceres a la intemperie en altamar, el sempiterno ron para matar el frío, y el buen tabaco picado; todo ese conglomerado afectaba a sus gargantas, dándoles el calificativo cariñoso de “roncotes”. Y sé que muchos están aquí esta noche.
Y por supuesto, una vieja reivindicación: que se dedique una calle, una plaza, o que se haga un monumento en honor a los Mártires del “Cruz del Mar”. Que si el Gobierno Central y el Autónomo se han olvidado de ellos, nosotros, el pueblo llano, no. Yo entrevisté hace un año, en Televisión, a la madre de Sebastián Cañada, Chano. Y me dijo una cosa que me caló hondo: si mártires son los muertos, mártires son también los familiares; y por supuesto los 3 supervivientes (Miguel Angel, Eusebio y Manuel), que llevan 32 años sufriendo una muerte en vida.
Por supuesto, no puedo olvidar la magnífica labor de los “Marinos de Valterra”, por su gran labor intentando, y consiguiendo, que este barrio siga manteniendo la categoría que se merece; y por preservar su tradición histórica.
Estas palabras se las dedico a los roncotes, a los 10 mártires del “cruz del Mar”, y a los “Marinos de Valterra”. ¡Que no se pierda la Historia!

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