Pregón de San Ginés 1964

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 POR JUAN BENEYTO

Ir a las Canarias y no arribar a Lanzarote es quedarse a mitad de camino; que es casi decir ver a medias las Islas.

Hoy resulta en efecto difícil llegar a Lanzarote porque geográficamente se nos ofrece arrinconada… Y porque cuando el viajero para en cualquiera de las islas se ve prendido en ella, y no es fácil hacerle arrancar. Hay que ir de una a otra, a saltos —salvo si se conforma nuestro espíritu— y nuestro cuerpo— en las fórmulas comerciales del viaje exprés.

Lanzarote es la última isla porque viajamos desde el N. o desde el O., mientras en otra hora fue la primera, porque se llegaba por el E., o el S. En ella están las primeras defensas frente al africano y las primeras huellas de las gentes de Europa, en una típica mezcla de soldados y de monjes.

Las hermosas playas no les sirvieron de desembarcadero y los arrecifes no dieron albergue sino para naos de poco calado y de escasa cabida. Cuando se fue “desarrollando” como ahora se dice, la vida social y económica del conjunto más próximo, Lanzarote se hubo de postergar, arrumbada.

Arrumbada queda hoy por estar “fuera de rumbo”. Pero quien consigue verla, ya no la olvida, ya no la mete en otro rincón que en el del fuerte recuerdo propio.

Para calificarla en grupos de vocablos podríamos decir que aunque quede fuera de rumbo, lleva el rumbo en sí, por rumbosa.

Desde el estanque del puerto de Arrecife, defendido torreones montados sobre islotes, hasta la isla Graciosa que viene a coronarla, Lanzarote es una auténtica maravilla: magnífica en su paisaje, generosa en la naturaleza de sus gentes, desprendida en la correspondencia al esfuerzo humano…

Dentro de la variedad de las Canarias, Lanzarote pone a todas las variedades un multiplicador porque agrega la singularidad de lo que ofrece, que es sorpresa siempre repetida.

Sorpresa la maravilla de sus playas —Blanca y Quemada, áureas todas—; sorpresa el campo —en Uga, en Yaiza—; sorpresa el fuego —en Timanfaya; sorpresa el interior de la misma tierra —en la Cueva de los Verdes—; sorpresa en el campo bravío de San Bartolomé, en la rudeza de Teguise y de Teseguite, en Haría y en Ye … Y cuando la altura del monte deja de ocultar, como en un cambio de telones, los arenales de la Graciosa y el perfil de la Montaña Clara, dos islas que acompañan a la mayor como perrillos saltarines que en vez de ladrar cantasen, como el rumor de las olas que mueren en la arena.

Para comprender bien cualquiera de las cosas que se ven en Lanzarote necesitaría una glosa muy amplia pero no me dirijo a extraños, sino a lanzaroteños que bien lo saben. Lo único que de mi debo decirles es cuan maravilloso me parece lo que se ve en la isla, y cuán grande es el milagro del trabajo, que ha puesto al lado de una naturaleza tan llena de maravillas estos seres humanos que han conseguido hacer habitable y productivo lo que para muchos no es cosa distinta de un paisaje lunar.

¡Qué admirable labor de la preparación del suelo para el cultivo! ¡Y su recuperación septenal! ¡Cómo se avanza sobre la tierra perdida del río de lava, hace milenios, en obra de conquista —concienzuda y costosa— aprovechando líquenes y chumberas!

¡Imagen de la luna… con hombres capaces de transformarla y con mujeres dispuestas a animarla! Tierra que da los dulces sabores de la malvasía y de la breva, junto a las marismas que producen la sal, y que les sirven para mantener en salazón el botín de la almadraba. ¡Bien se merece Lanzarote el nuevo milagro de la técnica, que va a ofrecerle el agua potable, y la energía eléctrica que moverá sus factorías, que dará luz a sus nuevas edificaciones!

Quien pasó breves horas entre vosotros quisiera vivir vuestras fiestas. Porque está seguro de que entre los gigantes y cabezudos, las regatas y las cucañas, las carreras de cintas y las luchas indígenas, salta —como el cohete— y canta —como la rondalla— y suena — como la música— la imagen del laborioso esfuerzo que permite vivir a la población lanzaroteña. Así ha de reformarse un pueblo de mujeres bellas y de hombres decididos, que renueva su generosa actividad y va a conseguir que la isla arrumbada ¡vuelva a estar en rumbo!

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