POR FRANCISCO MORALES PADRÓN
Ha querido el alcalde de Arrecife, el buen amigo José María Espino González, que sea yo quien pregone – este año el comienzo de las Fiestas de San Ginés. Gracias por el honor que se me hace, y gracias porque ello me permite volver, una vez más, a esta singular Isla. Ignoro las razones que movieron al señor Alcalde a invitarme; tal vez, pienso, mi condición de canario trasplantado.
Condición que tiene ventajas e inconvenientes. Ventajas, las que posee siempre el observador de un fenómeno, circunstancias o ambiente, del que no forma parte; las que cuenta, me refiero a las ventajas, el que está en contacto con otras realidades distintas y variadas -tierras, hombres, culturas- que le facilitan diferentes elementos para establecer unas comparaciones y valoraciones más objetivas, y más exactas, ajenas al parroquianismo o narcisismo del que, limitado a su horizonte, se cree ser centro del mundo. – Centro y «lo mejor». Inconvenientes, muchos; en primer lugar, la no vivencia cotidiana del transcurrir canario y en nuestro caso del lanzaroteño; la posible pérdida de la propia identidad canaria en nuestra personalidad por adherencia a ella de factores de todo tipo que han podido variar mi condición de puro insular. ¿Ejerzo yo de canario? Son ya cuarenta los años transcurridos desde el día en que abandoné mi ambiente gran canario llevándome el repertorio de paisajes de mi niñez y parte de mi juventud apenas iniciada -tenía 21 años-. Y el hombre, lo dijo Ortega, es un conjunto de paisajes, y de experiencias, y de amistades, que le van determinando. Pese a mi alejamiento físico del Archipiélago, y hago una autodefensa, creo siempre he tenido mi vida en el paisaje de nuestras Islas, aunque haya estado haciéndome, con-formándome, variando, en otros escenarios o en otro escenario; sobre todo, de fuerte personalidad cultural -como es el de Andalucía-Sevilla.
Cierto también, que el que está fuera puede, lo mismo que renegar de lo que tuvo que abandonar, puede, digo, idealizarlo y falsearlo. Pero, al fin y al cabo, ¿Qué importa lo que estoy diciendo? Importan.- Todo depende del enfoque que yo le dé a mi Pregón. El Pregón, para ser tal pregón, viene marcado en su esencia y en su ritual. El Pregón es un anuncio al que ¬puede acompañar una explicación o una exaltación. El pregonero proclama algo; en este caso de hoy ha de anunciar que las fiestas comienzan al tiempo que invita a participar en ellas. Es una proclama «urbi et ínsula”, a la ciudad y a la Isla. Puede que al realizar su proclama la acompañe de un canto a la tierra, de ¬una exégesis de las fiestas, de un análisis de la vida del santo patrono de un estudio de un concreto aspecto histórico, de una narración lírica del personal conocimiento que se tiene de la ciudad o de la isla, etc. Todo esto se ha hecho ya. Y yo no voy ahora a proclamar los encantos, lo insólito, lo increíble, de Lanzarote a los lanzaroteños. Seria regalarles el oído en tono adulador. Esa proclamación la hago estando fuera de Lanzarote. Me resisto, pues, a caer en la fácil tentación de anunciar que Lanzarote es el Paraíso; y me resisto porque me repugna el halago gratuito y, además, porque no es verdad. O es una verdad a medias, porque en el Paraíso hubo problemas al poco de su creación. Y es que pecados los hay en todas partes. Pecados contra nosotros mismos, pecados contra los demás, pecado contra la naturaleza…Hubo un pecado original, que no es lo mismo que un original pecado; como originales pecados hay en esta isla, y en la otra, y en la de más allá. Y si no ha habido más es porque celosos guardianes del patrimonio material e inmaterial han montado una celosa vigilancia. Uno de esos patrimonios son estas Fiestas, parte del ser y esencia de la ciudad, de la Isla.
Volviendo al tema de los pregones yo recuerdo siempre al pregonero de Darnius, en Gerona. Fue en Darnius, junto a la misma raya con Francia, topónimo que en árabe significa «lugar de pájaros”, donde yo hice en 1950 las prácticas como Alférez de la Milicia Universitaria. Había, repito, un pregonero municipal que, provisto de una trompetilla, y situado en las encrucijadas, proclamaba, en catalán, las disposiciones del Ayuntamiento. Dábase también, en el mismo pueblo, otra manera de anuncio: el de la venta del pescado. Lo proclamaba en las mañanas un repique de campanas, seguido por tanta espaciadas campanadas como pesetas valía el kilo. Lo que no decían las campanas eran el tipo de pescado puesto a la venta y, lo reconozco, nunca se me ocurrió preguntarlo. Tal vez porque siempre era la misma especie. A medida que pasaba la mañana los tañidos se sucedían y si la venta no era buena las campanadas iban bajando de número.
También en la Sevilla de los cuarenta y cincuenta, aún había pregoneros por las calles. Azorín habla de ellos, y Luís Cernuda les dedica a los pregones calle-jeros todo un capítulo de su libro OCNOS. Con una mú¬sica especial, y distinta letra, el vendedor pregonaba su mercancía; recuerdo perfectamente el del vendedor de «mantillo para las macetas». Cernuda alude a tres tipos de pregones:
«Uno cuando llegaba la primavera, alta ya la tarde», que servía para pregonar claveles. «El segundo pregón era al mediodía, en el verano», y llegaba desde la calle llena de sol para anunciar los pejerreyes. «El tercer pregón era al anochecer, en otoño», y servía para anunciar alhucemas frescas. El primero era la voz pura, el segundo la melodía, el tercero «el recuerdo y el eco, la voz y la melodía ya desvanecidas». Que sea hoy mi pregón voz pura, sin artilugios ni adulaciones, pero que sea también canto a esta tierra y eco de una historia pasada que no hemos de olvidar. (1)
Hace un momento señalaba yo que las fiestas patronales lanzaroteñas son un patrimonio de esta isla. Y bien, ¿Qué es Lanzarote? Difícil pregunta, con más difícil respuesta. Apoyándonos en los universales del Bien, la Verdad y la Belleza, tendríamos que aventurar una definición. ¿Qué es Lanzarote? ¿Es únicamente -una geografía singular? ¿Es, además, una Historia? ¿Es el quehacer de unos hijos dentro y fuera, una estética, una ecología, unos monumentos naturales y otras obras del hombre? ¿Es todo esto, y también, una manera de ser, unas costumbres, unas ceremonias, unas fiestas e, in¬cluso, lo que no es y se quiere que sea? Lanzarote es todo; lo mismo es una categoría estática que una especial geografía. Es todo, aunque algunas cosas lo sean de modo más patente, por el tremendo influjo que han tenido en el devenir insular. Lanzarote es una increíble geografía; es una historia llena de agonía-lucha; son sus hijos dentro y fuera de su contorno y lo que ellos han realizado; es sus tradiciones irrenunciables; y es, incluso, lo que se proyecta hacer aunque no se haga. Al fin y al cabo; ese verbo hacer que ¬aquí tiene connotaciones de lucha, de agonía, es algo consubstancial a la esencia del lanzaroteño. Lo mismo al que permanece para tejer el encaje de la Geria que el que en 1730 se embarcó para fundar San Antonio de Béjar (2) en tierras hoy de los EE.UU.
Estas fiestas a punto de inaugurarse son parte de la Isla, no puede prescindirse de ellas en una definición de lo lanzaroteño. Ginés (y yo tuve un compañero en el Colegio Viera y Clavijo con tal nombre) sólo se llama en el Archipiélago gente nacida aquí. Las fiestas forman parte del ceremonial del ocio y la diversión insular, que hay que mantener y defender tan denodadamente como el patrimonio histórico-artístico, el geográfico o el ecológico. Porque al lado del cuerpo material de la isla, o dentro de él, yace el alma de sus fiestas, tradiciones y costumbres, tan importantes en la conformación y para la definición de su ser, como su cuerpo o conjunto material.
En ocasiones, por un distorsionado o egoísta concepto del progreso o de lo que absurdamente denominan modernidad, se malversan o se malvenden o se destruyen estos patrimonios físicos y espirituales, sin caerse en la cuenta que se está atentando contra la propia identidad, Prostituyéndola. No es que defendamos el inmovilismo, el creer que todo lo pasado fue mejor. No. La evolución, la transformación, la marca y determina el mismo cambio y progreso del ser humano, o los cambios de la naturaleza y las conquistas de la cultura y de la civilización. Ninguno de nosotros defendería ahora mismo la pervivencia de la ciudad de Arrecife de hace cien años. Una viajera inglesa, autora de un curioso libro -curioso por sus afinadas observaciones- que recorrió en…… la isla, consigna que en la capital todas las casas eran de una o dos plantas, que sólo había una fonda, tres faroles para el alumbrado en la isla, existían dos coches, uno de los cuales era propiedad del vecino de Yaiza don Ruperto Vieyra. Era evidente la pasada prosperidad insular debido a la cochinilla, pero ahora los muelles yacen abandonados y son muchas las casas vacías. La sequía y el hambre habían obligado a emigrar en 1877-78 a 6000 personas. Sin embargo, para la extranjera la isla tenía unos extraordinarios encantos: el sosiego, la sensación de no existir el tiempo. Tal vez ella, egoísticamente, se inclinaba por seguir con una sola fonda, tres farolas y dos coches sin progresar. (3)
Tal vez ella hubiera rechazado la orchilla de nuestro siglo: el turismo. Que es para el Archipiélago el petróleo o los diamantes en otras latitudes un generador de riqueza, de dinero. Pero el dinero es peligroso porque corrompe. Todo hombre y toda institución tienen un precio; y lo peligroso, grave y dramático es cuando se sane el precio de la institución o del hombre.
Arrecie, Lanzarote, felizmente no continúa postrada en aquella situación de hace cien años. Evolucionó.
Pero la evolución ha de ser armónica, sin renunciar a lo propio para dar entrada a lo fugitivo o pasajero, hijo de una moda efímera cuando no dé unos inconfesables intereses. Tradición etimológica y jurídicamente, significa entrega. Los pueblos son dueños de un patrimonio que han de transmitir, entregar, de generación en generación. Y si un pueblo abandona sus tradiciones y mancilla sus riquezas naturales, se empobrece, y hasta se prostituye si por medio andan intereses bastardos. Un pueblo culto es el que prospera sin prescindir de sus tradiciones, ni malvender su patrimonio sea material o inmaterial. (4)
Llamarse Ginés (desconozco si se continúan bautizando niños con este nombre) es un indicio en la personalidad de quien así es denominado, al igual que los nombres de Pino, de Candelaria, de Macarena o Rocío, nos están indicando una procedencia. No era el nombre de Ginés extraño en siglos pasados, y ahí están los de Ginés de Sepúlveda (el enemigo de Las Casas) o Ginés de Mafra y Ginés de Piedrahita. Pero aquí, en Canarias, quien responda al nombre de Ginés casi seguro que tiene filiaciones lanzaroteñas. El nombre es original, tanto, como esto de contar con una advocación masculina para las fiestas patronales, en tanto que en las restantes islas es una advocación femenina, si no estoy equivocado. Lo mismo acontece con el nombre de Lanzarote, curioso y literario nombre. También sólo esta isla lleva por onomástico el de un varón.
Las viejas crónicas manifiestan que los indígenas la conocieron como TiteRoy-Gatra. Leonardo Torriani (5) notifica que a Lanzarote los antiguos la llamaban Pluvialia porque en ella no había más agua que la que llovía; sus aborígenes, sigue el mismo autor, la conocían por Maoh, de donde mahoreros, que, convertida la h en hache aspirada dio majoreros. Y, seguidamente, Torriani, incurre en grave error al suponer que Lanzarote proviene de Lanscurt, vocablo pronunciado por ¬los aborígenes y que los acompañantes de Juan de Bethencourt tomaron por el nombre de la isla (Casos similares se dio con Colón ya al llegar a Cuba). Corrompida la palabra lanscurt (que significaba bebamos) originó Lanzarote. El mismo Torriani tachó en su manuscrito el párrafo con estas afirmaciones al comprobar lo equivocadas que estaban. Yerro en el que igualmente cae Abreu Galindo (6), y que se fundamenta en el equívoco del nombre Lancelot y la expresión lance l’¬eau (echa el agua).
Lancelot, de donde procede Lanzarote, sin vinculaciones con esa expresión Lance l’eau ni con Lanzarota, es un héroe de extraño origen céltico autor de –múltiples aventuras en la literatura caballeresca. Lanzarote (así traducido al español) es personaje en la novela Lancelot o el Caballero de la carreta (Le – chevalier de la charrette) de Chretien de Troyes, –¬gran novelista francés cuyos textos reflejan los logros culturales europeos de la segunda mitad del siglo XII. En la novela se cuenta que un extraño caballero rapta a la reina Ginebra, esposa del viejo rey Arturo. Lanzarote sale tras el raptor y vive miles de extrañas peripecias, donde figuran decenas de obstáculos similares a los que se ven en otros libros que hablan de «otro mundo». Lancelot es también personaje en el ciclo Lanzarote-Grial, denominado la «Vulgata artúrica», o el Lanzarote en prosa, compuesto entre 1215 y 1230 por autores desconocidos. Es una «suma» novelesca o una novela-río con miles de episodios en la ¬que ya se emplea la prosa en lugar del verso, aunque – todavía en el siglo XIII se escribirían algunas novelas en verso (Román de la Rose). Los críticos del momento que hablan rechazado las fábulas de las novelas en verso, aceptan más fácilmente las ficciones de los relatos en prosa. En prosa se escribe el ciclo artúrico, formado por cinco partes: Historia del Santo Grial, Merlín, Lanzarote, Búsqueda del Santo Grial y Muerte – del rey Arturo. La obra es anónima y se abre realmente con Lanzarote (o Lancelot prope), enorme novela ¬donde se relata la infancia de Lanzarote hijo del rey Ban de Benoic, al que criará la Dama del Lago, hada protectora que lo lleva a la corte del rey Arturo al cumplir los 18 años para ser armado caballero. Será la reina Ginebra quien le entregue la espada y, a partir de aquí, se suceden miles de aventuras y los amores ¬con la reina Ginebra, sin que falte un curioso personaje., «Señor de las Islas Lejanas» Lanzarote figurará así mismo en “La búsqueda del Santo Grial y en la muerte del rey Arturo. La obra alcanzó gran fama y difusión hasta finales del siglo XVI. Hubo continuas ediciones sin que estuviesen ausentes los continuadores. En Italia en la novela La Tavola Ritonda; en España en el Amadis de Gaula; y en otras lenguas se redactan novelas inspiradas en las del ciclo artúrico prototipo de la caballería andante (7).
La Humanidad siempre ha sentido la necesidad de ¬evadirse; cual alimento espiritual ha necesitado de lo insólito, de lo misterioso, de lo fantástico. En estos siglos medievales, y aún en el XVI y XVII, se produce una literatura cuajada de dislates, de rarezas, – que hoy nos resulta inconcebible. Del libro de John de Mandeville a los escritos de Pedro Mexias o Antonio de Torquemada, ya en siglos posteriores corre una literatura disparatada para el hombre actual, que, sin embargo, se deleita con los libros sobre los OVNIS. Y es que el hombre necesita del misterio, del asombro. – Asombrar, distraer, era la misión de aquella literatura donde Lanzarote realiza hazañas insospechadas. No faltan por supuesto, quienes tachan de falsedad y vanidades a tales ficciones caballerescas. Y será Cervantes quien se encargue de darle vida a la máxima paro¬dia. Pero desde mucho antes se decía de estos libros que eran corruptores por inverosímiles, inmorales por mentirosos, arreciando los ataques en España a partir de 1524, varios siglos después de su aparición. Autores como Juan de Valdés o Antonio de Guevara los denostan, y Pedro Malón de Chaide estima que más que ¬llamarse libros de caballerías debieran llamarse libros de bellaquerías. La afición era enorme, incluso la reina Católica, incluso, Santa Teresa son lectoras de ellos; y no por afición a la mentira o a la inmoralidad, sino por esa urgencia que todavía hoy el ser humano sacia con Superman o James Bond. Obedecía también la afición a tal lectura al existente culto al valor. El héroe estaba continuamente desafiando a la muerte; un héroe en el que el pueblo admiraba al cata Mero protector.
España, adonde esta literatura arriba tardíamente, produciría en verdad héroes como Lanzarote o Amadis. Porque Amadises de América han sido llamados los conquistadores del Nuevo Mundo, lectores muchos de ellos según se ha evidenciado por los especialistas de tales novelas de caballerías; Lo que pasó en la Conquista de América semeja cosa de las leídas en las novelas de caballerías: por el exotismo del escenario, por los obstáculos, por los mitos autóctonos y transportados que influyen en la penetración, por las hazañas llevadas a cabo, etc. Bernal Díaz del Castillo, conquistador y cronista compañero de Cortés en México; escribe: «parecía a los libros de Amadis o caballerías». Y cuando entran en México-Tenochtitlán confiesa la admiración que experimentaron recordando -escribe muchos años más tarde- que «decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadis». Parecer es el verbo que emplea, Y es que Bernal Díaz, al igual que Fernández de Oviedo o el padre Acosta, se preocupaban de aclarar que lo que narraban no eran patrañas inspiradas en los Amadises, sino realidades. ¬Unas realidades que habían comenzado en estas islas Atlánticas.
Porque he traído a colación estas circunstancias – americanas del siglo XVI, no sólo para subrayar como razonablemente a los conquistadores se les ha bautizado como «Amadises de America» (8), sino para señalar el antecedente real de nuestro Lanzarote, Lanzarote Malocello, al que varios siglos después que se publicara la novela de su nombre y varios antes de que toda América se transformara en una gran novela de caballerías, quiso realizar en ultramar buscando tal vez al «Señor de las Islas Lejanas». Hazañas extraordinarias a semejanza del héroe a quien sus padres tomaron el nombre prestado para bautizarle a él. Poco sabemos del genovés Lanciloto Maloxello que en la segunda década del siglo XIV llegó a estas tierras, y en ellas vivió, y en ellas alzó una fortaleza. Se había adelantado al otro genovés, llamado Cristóbal Colón navegante por estos mares casi doscientos años más tardes ¿A qué vino Lanzarotus Marocelus según reza el Atlas de Angelino Dulcert de 1339? Por entonces los europeos venían buscan do esclavizar a unas poblaciones casi inermes, buscando la orchilla para teñir de rojo sus telas, para cambiar mercancías. Más tarde, en el siglo XV, todas las islas del Atlántico gozaron de una curiosa fama: se creía que la sangre del drago o de las tortugas curaban la lepra, tremenda enfermedad medieval. En las islas de Cabo Verde halló Colón durante la singladura de su tercer viaje una colonia de europeos tocados de este mal que se bañaban en sangre de tortuga. Empero, ¬los navegantes entonces buscaban no sólo esclavos, huevos de avestruz, resinas, pieles, etc., sino una nueva ruta que les llevase a la India. La buscan los lusitanos navegando hacia Guinea y más al sur; y la encuentran los castellanos guiados por Colón navegando hacia el oeste, en una navegación transversal, intentada más de una vez, pero no idóneamente.
Digamos, a título de simple curiosidad, que el ser humano siempre ha soñado con «otro mundo» situado hacia donde se acuesta el sol. Hacia poniente, la ruta escogida por Colón. La Humanidad de continuo ha soñado con un misterioso país o región, en su empeño por evadirse de la realidad circundante. Ese país lo situaba en el oeste. Lo mismo en las literaturas hindúes, que en las célticas. A ese país se llegaba a través de ¬múltiples obstáculos. En ocasiones esa región, ese -«otro mundo”, tomaba la forma de isla o de islas, de los Bienaventurados, de las Hespérides….
Los obstáculos estaban representados por barreras acuáticas, cavernas, mares o bosques encantados, murallas de nieblas, puentes bajo el agua colinas huecas, montañas o volcanes que hacían de entrada a ese otro mundo donde no faltaban seres extraños, magos, enanos, princesas, etc. etc. Hablan también prados verdes, palacios, jardines y extrañas flores, castillos, fuentes, ciervos blancos…. (9) ¿A qué vino Lanzarote Malocello a esta ínsula lejana? ¿Por intereses crematísticos? ¿Buscando otro mundo? ¿En pos de la fama a base de hazañas prodigiosas como su homónimo? (10) Aparece y desaparece tan misteriosamente como algunos personajes del ciclo artúrico. Si no hubiera sido por un mapa se hubiera perdido su memoria y esta isla se llamaría de otra manera.
¿Quién nos impide a nosotros que fabulemos unos minutos? En esta tierra faltaban fuentes, verdes prados, ciervos blancos, etc., etc., pero había una barrera acuática interpuesta entre ella y Europa; existían extrañas cuevas y montañas o volcanes donde bien podía suponer la entrada a otro mundo. No faltaban colinas huecas o burbujas volcánicas; y hasta hubo una ¬princesa, Ico, tan extraordinaria como las de las novelas artúricas. Se daban parte de los elementos para ¬que un caballero llamado, nada menos que Lanzarote, como el homónimo del ciclo citado, escribiese con sus hazañas un libro real de caballerías al igual que harían los conquistadores de América. Dado que sabemos poco de Lanzarote Malocello, estamos en libertad de imaginar que en esta ínsula de Lanzarotus él vivió aventuras caballerescas semejantes a las del ciclo artúrico. Aquí, como cantaba el viejo romance:
«Nunca fuera caballero – de damas tan bien servido como fuera Lanzarote-cuando de Bretaña vino. Que dueñas curaban de él – doncellas del su rocino….
Romance, que Cervantes, hábilmente en el capítulo II de la primera parte de su obra transforma en:
«Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido
como fuera don Quijote
cuando de su aldea vino:
doncellas curaban dél,
princesas del su rocino» (11)
Extraña coincidencia la de aquel Lanzarote con la de este don Quijote ¿Tuvo en cuenta Cervantes el nombre del héroe céltico para bautizar a su personaje? No lo sé, y sin duda los especialistas ya han caído en esta pregunta y hasta han dado respuesta.
La aparición del Lanzarote real en las playas de esta ínsula (1310) y la de otros como Nicoloso da ¬Recco «(1341) significó la apertura del camino hacia América, otro mundo (12). Lanzarote fue el primer personaje, personaje real, que escribió el primer ca¬pítulo de una también real novela de caballerías que los grandes conquistadores darían vida en América. Aquí, en Lanzarote, encontró el genovés Malocello, lo que el otro genovés Colón ampliaría años más tarde: un mundo mágico. Entonces en él, entremos en sus fiestas, soñando encontrar lo increíble.
Punta Umbría, Julio de 1985
NOTAS
1.- Luis Cernuda: Ocnos “ Ficción” Uriversidad Veracruzana Xalapa (México), 1963 págs. 31-34
2.-P,Morales Padrón: Las Canarias y la política emigratoria a Indias. I Coloquio de Historia canario-americanos.
3.- Las Olivia M.Stone: Tenerife and its six satellites or The Canary Islands Past and Present. London: 1887, 2 vols.
4.- Discurso leídos ante la Real Academia Sevillana de Buenas Letras por los Excmos. Sres. Don Antonio Burgos Belinchón y don Manuel Olivencia Ruiz en la recepción pública del primero el día 30 de mayo de 1985. Sevilla, 1985.
5,- Leonardo Torriani: Descripción de las Islas Cana¬rias e Historia del Reino de las Islas Canarias antes Afortunadas con el parecer de sus fortificaciones.
Traducción del italiano, con Introducción y Notas, por Alejandro Cioranescu. Goya Ediciones, Santa Cruz de Tenerife 1959 caps. II y VIII.
6.- Ibidem cap. VIII. p. 38 Nota 1 de A. Cioranescu
7.- Carlos García Gual: Primeras novelas europeas. Ediciones Istmo Madrid, 1974 caps. 8 y 10
8.- Ida Rodríguez Prampolini: Amadises de América. La hazaña de Indias como empresa caballeresca. México 1948.
9.- María. Rosa Lida de Malkiel: La idea de la Fama en la Edad Media Castellana. Fondo de Cultura Económica. México, 1983 p. 263.
10.- Howard Rollin Patch: El otro mundo en la literatu¬ra. Fondo de Cultura Hispánica. México-Buenos Aires, 1956. Louis-André Vignerás: La búsqueda del Paraíso y las legendarias islas del Atlántico «A¬nuario de Estudios Americanos». Sevilla, 1973 vol. XXX pp. 809-863.
11.- El romance viejo. Edición de M. Duaz Roig. Cátedra. Madrid, 1982.
12.- Giovanni Boccaccio: De Canaria et de Insulis Ultra Hispaniam in Océano Noviter Repertis. Apud. Marisa Vannini de Gerlewicz: El Mar de los Descubridores. Caracas, 1974 pp. 17-26.