Pregón de San Ginés 1989

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POR  JERÓNIMO SAAVEDRA ACEVEDO

Jeronimo Saavedra Acevedo 1989
El ayer y hoy de Arrecife

Cada año se reúnen los ciudadanos de Arrecife para escuchar el Pregón de las Fiestas de San Ginés. Pregón que no puede limitarse a proclamar lo que ya se intuye, «que estamos en fiesta», sino a servirnos de recordatorio de nuestra propia historia, en unas ocasiones, y de autocomplacencia en otras. Me van a permitir que diseñe cuatro momentos en la exposición: historia, vivencia, poesía, reflexión.

l. Historia

Merced a afortunados pregones anteriores conocemos muy bien el desarrollo de esta ciudad, que hace poco más de dos siglos era una primitiva población de pescadores reunida en torno a la vieja ermita de San Ginés, apenas un lugar adscrito a la parroquia de la villa capitalina Teguise.

Agustín Millares Cantero ha descrito con precisión la actividad económica de la isla desde su conquista hasta casi finales del siglo XVIII. Durante ese largo periodo Teguise centralizaba las actividades económicas y la administración señorial interna. Las exportaciones agrícolas, ganaderas y pesqueras se verificaban por simples fondeaderos. Con la introducción, a mitad del mencionado siglo XVIII, del cultivo de la barrilla, la posterior construcción del Castillo de San José y la pacificación de la zona de aventuras corsarias, la proclamación de libre comercio con las Indias y el inicio de un importante mercado vinícola con las antiguas co¬lonias anglosajonas de América, la historia económica de Lanzarote experimenta un vuelco radical y con ella la organización social y administrativa de la isla.

En 1798 la Real Audiencia de Canarias segrega administrativamente Arrecife de Teguise y el obispo Verdugo la erige en parroquia independiente. Año tras año, Arrecife va acumulando instituciones y servicios que la llevarán en 1847 a constituirse en cabecera del partido judicial que reunía a Lanzarote y Fuerteventura. La población había aumentado notablemente en los últimos veinticinco años del siglo XVIII, pasando a tener 318 a 1.393 habitantes, fruto de las distintas corrientes migratorias atraídas por los prósperos negocios ocasionados por la barrilla.

La crisis del cultivo hacia 1840 ocasionará un bache demográfico profundo, paliándose durante algunas décadas con la introducción de la cochinilla. De nuevo, en 1877, a consecuencia de la sequía y de las malas cosechas, el hambre obliga a abandonar la isla a varios miles de habitantes.

¿Cómo se aproxima Arrecife al actual siglo? Una viajera inglesa Olivia M. Stone, en una obra publicada en Londres en 1887 con este singular, y no sé si irónico, titulo «Tenerife y sus seis satélites o Las Islas Canarias pasado y presente», señala que en esta capital todas las casas eran de una o dos plantas, sólo había una fonda y tres farolas para el alumbrado.

Juan de la Puerta Canseco en su «Descripción Geográfica de las Islas Canarias», editada diez años más tarde en Santa Cruz de Tenerife, define en característico lenguaje escolar a Arrecife como «pueblo comercial con 3.268 almas, situado en la costa oriental de la isla a orillas del mar. Sus calles son anchas y buenos los edificios, sobresaliendo la iglesia; tiene excelente puerto, estación telegráfica, dos escuelas primarias, fondas y tres sociedades de instrucción y recreo, y pronto quedará instalada una línea telefónica hasta Haría, y construido un gran depósito para el abastecimiento de los buques». Como dato curioso señalar que la población citada por el autor, en el pasado fin de siglo, es superior en el caso de Teguise (3.484) y algo inferior en la de Haría (3.046).

La ciudad de nuestro siglo la habrán vivido tal vez alguno de los presentes u oyentes en sus primeras décadas. Las posteriores las conocemos muy bien por los relatos de De la Hoz y, ayer mismo, Agustín Torres nos trazaba una sincera imagen del Arrecife de los cuarenta. En los cincuenta descubría esta ciudad.

II Vivencia

Era la primavera de 1956. Los estudiantes de tercero de Derecho y de Filosofía de la Universidad de la Laguna, una veintena, decidimos festejar el paso del ecuador de nuestros estudios viajando a esta isla. Naturalmente en la tercera clase de un correíllo. Larga noche en una bodega maloliente repleta de literas por docenas. La amanecida nos deparó una inmensa sorpresa. Arrecife no se parecía a ningún otro puerto canario. Mientras nos adentrábamos a pie en la ciudad sentí por vez primera, quizás inconscientemente, la sensación de lo que durante muchos años ha representado para mí, como canario, una isla menor con todas sus dimensiones positivas y negativas. Era la sensación física de que esto era otra cosa.

Llegamos a una pensión. Nos instalaron en varias habitaciones sucesivas, de altas puertas y sin ventanas; dando todas a un patio largo y descubierto, cerrado lateralmente por una pared blanca. Entrando en el mismo, a la derecha había un habitáculo a manera de cuarto de aseo con una gran palangana ante la que hicimos cola durante la semana de nuestra estancia.

Fuimos agasajados, como si fuéramos los únicos turistas de entonces por todas las corporaciones. Recorrimos la isla en una vieja guagua, desde El Río hasta El Janubio; nos bailaron el sorondongo en un impreciso patio de casino en San Bartolomé y bailamos en las antiguas sedes del Casino y de La Democracia, cuyo nombre susurrado apenas obviamente me impresionó. aspiramos, los que resistieron, el olor de las conserveras y, descubrí la primeras pinturas de César Manrique en las paredes del viejo Parador.

Fue mi primer viaje y como tal marcó una huella en mi vida y probablemente por ello estoy aquí. Mis impresiones inmediatas las trasladé en un artículo publicado en la revista universitaria “Nosotros”, del que sólo recuerdo el esfuerzo que hice para cargarlo de metáforas, pues ese fue el mecanismo que encontré más adecuado para expresar el dramático paisaje de esta isla.

III. Poesía

Hoy pasados los años me estorban las metáforas, intento profundizar al máximo en nuestra condición humana Volcado desde hace muchos años en el trabajo colectivo, la enseñanza, la política, me preocupa cada vez más y me apasiona ahondar en el sentimiento y en el ser individuales. Eso requiere determinados escenarios en los que uno voluntariamente se sienta solo. Uno de esos escenarios es el conjunto de arrecifes que circunda esta ciudad y contemplarlos en noches de bajamar. La literatura nos gratifica al expresar mejor que uno mismo lo que tanto deseamos transmitir. Lo encontré hace algún tiempo en “Mararía” y vuelvo a las palabras de Rafael Arozarena que dicen así: “Rara era la tarde que no me internaba por aquellas llanuras muertas y sangrantes a la hora en que el sol se disponía a desaparecer. Solía llegarme a un lugar que era de mi agrado. Porque más soledad que allí no podía encontrar en parte alguna. La blanca osamenta de un camello surgía de las arenas y servíame de sofá surrealista para descansar en plena lasitud. Llegábame entonces la sensación de hallarme en un mar fosilizado, flotando sobre una barca fantasma y navegadora por las singlas del infinito”.

IV. Reflexión

Porque no todo puede ser poesía. Arrecife marinera, comerciante, porteña, turística, de los ochenta. Pasado, presente, inmediato futuro. Mirando ha¬cia atrás solo con nostalgia para proyectarse con firmeza.
A lo largo del tiempo esta isla y esta ciudad han sido la puerta de entrada oriental de la región. Por aquí ha venido la renovación del pensamiento europeo desde la Ilustración a nuestros días, la inquietud cultural permanente, el desarrollo de la economía y la técnica, la preocupación medioambiental. Por La Palma y Gomero fueron y vieron las corrientes de influencia americana, pero también de aquí salieron Leal y los suyos para acabar fundando San Antonio en Texas.

Este papel de centro receptor, transformador y emisor de iniciativas, proyectos, cultura, es el gran reto inmediato de Canarias, de Arrecife. Europa se transforma a pasos de gigan¬te. Fortalece su unidad económica e inicia su unidad política y social que terminarán arrasando viejos conceptos culturales. La sociedad europea está viviendo un gran proceso de tensión creativa que requiere nuevas mentalidades, pragmáticas, dinámicas y sensibles, así como organizaciones sociales conscientes de estar protagonizando la construcción de un proyecto complejo, difícil e ilusionante para cientos de millones de ciudadanos.

España se acaba de incorporar al mismo. El territorio peninsular lo está acusando. La sociedad responde en su conjunto. Las estructuras económicas están cambiando y los mentalidades empresariales también. El pensamiento y la cultura buscan nuevos modelos de relación y aproximación. No quedarse al margen y coprotagonizar los años noventa es un reto asumido en una medida importante por la sociedad peninsular.

Qué pasa en nuestra región, se preguntan algunos. No se trata de interrogantes políticos sino de preocupación intelectual. Parece que seguimos esperando a ver qué pasa por ahí fuera, distrayéndose algunos en el peor de los casos en un narcisismo suicida, oscilando bruscamente entre el optimismo que le depara el beneficio inmediato y el derrotismo por lo coyuntura que cambia de signo. Rechazamos el valor del esfuerzo constante, del avance gradual, soñando con medallas olímpicas.

El espíritu competitivo es desplazado por la defensa del proteccionismo individual. Confundimos la aportación de experiencia que supone el pasado con la defensa de los mayores inmovilismos. Hay demasiado temor al riesgo en nuestra sociedad. Aceptamos lo innovador en la superficie, en lo anecdótico, desinteresándonos por todo el proceso y esfuerzo que lo han hecho posible. Carentes de la adecuada base educativa y cultural nos estamos reduciendo al papel de consumidores acríticos. La desconfianza interinsular corroe los sentimientos necesarios de unidad regional porque ni podemos vivir aislados ni solos.

No se trata del nivel de nuestra renta per cápita ni del volumen de la oferta de plazas aéreas. Es mucho más profundo el desconcierto con que abordamos el final del siglo. Tenemos que eliminar las incertidumbres y aceptar de una vez el reto global europeo haciendo un esfuerzo inmenso de imaginación, como lo hicieron en otras épocas otros canarios. Un esfuerzo de imaginación que nos ilusione a la gran mayoría para trabajar más colectivamente. Que nos ayude a comprender lo que puede ser más beneficioso para Canarias por encima de nuestra perspectiva particular. Que pongamos, en definitiva, nuestras mentes al nivel que reclama la transformación europea.

Hemos recordado que Arrecife es un ejemplo de crecimiento y sustitución de unas estructuras urbanas por otras más modernas, probablemente el más acusado del archipiélago. Que no se quede ahí en la mera sustitución de estructura y dejando a los demás que piensen. Empecemos a sustituir las caducadas estructuras mentales de nuestra sociedad canaria, desde esta ciudad joven y polémica, con empuje y vitalidad.

11 de agosto de 1989

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