Pregón de San Ginés 2008

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POR     SHAM DAYARAM IDNANI

Sham Dayaram Idnani

Buenas noches a todos.

Sorprendido y emocionado.

Así me sentí cuando el Ayuntamiento de Arrecife me invitó, por medio del Sr. Concejal de Festejos, a leer el Pregón de las Fiestas de San Ginés de 2008.

La sensación de sorpresa me la causó lo inesperado de la invitación.

A la vez, me sentí conmovido. Piensen ustedes que, para mí, la invitación a pregonar las Fiestas de San Ginés significa formalizar el viejo vínculo de afecto que mantengo con esta ciudad y con la isla. Significa, en realidad, que Arrecife me considera suyo, del mismo modo que he hecho mía esta ciudad y sus gentes.

En realidad, lo que me ha dicho el Ayuntamiento es que somos lo mismo, que somos partes de una humanidad compartida, con independencia de razas, credos o del lugar en el que la vida nos colocó en el mundo. Ello, además, me llena de orgullo y honda satisfacción.

Tras la emotiva sorpresa, vino la responsabilidad. Enorme, por otro lado.

He de reconocerles que he vivido ciertas emociones, abrumado por la responsabilidad.

¿Qué contarle a los vecinos de Arrecife? ¿Cómo explicar en pocas palabras mi tránsito por esta ciudad y mis vivencias en ella? ¿Cómo pregonar las Fiestas Mayores de la capital insular?

Al final, se impuso el alto honor que supone para mí compartir con ustedes este momento, uno de los más importantes en toda comunidad: la celebración amistosa y festiva de la convivencia en común.

Nací en la India, en 1936. A mediados del siglo XX, las circunstancias por las que atravesaba mi país, recién independizado del Reino Unido, hicieron que, como tantos compatriotas en aquellos años, me propusiera emigrar para encontrar nuevos horizontes de vida. Es un gran país, pero las desigualdades son muy grandes. Ustedes saben de lo que les hablo, ya que en Lanzarote sucedía exactamente lo mismo.

Procedo de Pune, una ciudad situada en Maharashtra, un estado en el centro oeste de la República de la India. Su capital es Mumbai, antes Bombay, el centro económico de la India. Pune está catalogada como la capital cultural del Estado. Cuenta con una universidad, facultades y prestigiosos centros de enseñanza.

Nada tengo que descubrirles a ustedes del hondo significado de la emigración. ¿Qué voy a contarles de lo que significa abandonar el país propio para establecerse en otro extranjero? Porque lo han vivido en la piel de familiares muy cercanos hasta hace poco muy tiempo, ustedes saben tan bien como yo qué es lo que se rompe adentro cuando se deja atrás la tierra natal, la familia y los amigos, el lugar que uno reconoce como propio.

Difícilmente aprendemos a sobreponemos del desgarro que supone la partida y la pena que queda en el alma.

En mi mente rondaban diferentes destinos. El primero fue Tenerife, en donde viví durante 11 años, pero finalmente me decidí por esta isla. En esa búsqueda caí en la cuenta, como muchos otros, que Lanzarote era, y es, especial.

Era el recién llegado. Me encontré con otra lengua y otras costumbres, me instalé en la ciudad de Santa Cruz y comencé a trabajar, como un empleado más, en una tienda situada en la Plaza de la Candelaria, primero, y en la Calle San José, más tarde.

Mi llegada a Tenerife coincidió con el inicio de la segunda gran etapa en la evolución y desarrollo del turismo en las Islas. La primera se extendió precisamente hasta 1957.

En Canarias, el 57 hizo de bisagra entre la prehistoria del turismo y el turismo industrial, y quedaron atrás las aventuras románticas del turista del siglo XIX, que se interesaba por el clima, las fiestas, la artesanía, el paisaje, los pueblos y la gente.

Once años después vine por primera vez a Lanzarote, de vacaciones. Llegué a la antigua terminal de pasajeros, que hoy alberga el Museo Aeronáutico, me acerqué hasta Arrecife por una carretera que era de tierra, me alojé en el Parador de Turismo y recorrí la isla, apreciando de inmediato que un espléndido futuro se abría en el horizonte.

La memoria de mi estancia en esta ciudad, de la que ahora se cumplen 40 años, no puede remontarse a mi infancia, sino a la impresión que me produjo la primera vez que la visité.

De inmediato me reconocí en los lanzaroteños por su sencillez y humildad. Me parecieron pacientes, callados, laboriosos… aunque alegres en las celebraciones. Por eso, enseguida identifiqué esta isla con mi tierra natal. Estos poderosos lazos hicieron que mi integración fuese más acogedora. Desde entonces, siento un gran compromiso con la isla por acogerme con tanto cariño.

Esta ciudad ha cambiado mucho desde que llegué a ella en el año 1968. Contaba con apenas 20.000 habitantes, y hoy tiene 57.000.

Un día me senté en la terraza de la Cafetería Saint Tropez, que entonces estaba de moda, justo en donde hoy tengo mi negocio, junto a Correos. Vi cierto trasiego de turistas, cuyo idioma conocía, y hablaban de comprar carretes de fotografías o souvenir, pero no encontraban dónde.

Fue en ese instante cuando me di cuenta de que mi futuro estaba en Arrecife. Al poco regresé para instalarme aquí para siempre. 1968 fue un año de cambios en el mundo. Lanzarote vivía su primera etapa de despegue turístico, que se prolongó hasta 1974, cuando las Naciones Unidas declaran el primer Año Internacional de los Derechos Humanos, eclosiona el Mayo Francés, tiene lugar la Primavera de Praga, se celebra el Festival de Woodstock, muere asesinado Martín Luther King, se estrena la película “2001: una odisea del espacio” de Stanley Kubrick, Massiel gana el Festival de Eurovisión y el hombre ve por primera vez la cara oculta de la Luna.

En el 68 del siglo pasado, me encontré una ciudad que contaba con tres sucursales bancarias, una potente flota pesquera y una sólida industria en tierra, dedicada a la transformación de pescado. Pero también fue el año del regreso de César Manrique desde Nueva York, del retorno del escritor Leandro Perdomo desde Bélgica, de la vuelta a la isla del escultor Pancho Lasso tras 26 años de ausencia, y de la apertura del Hotel Lancelot, que vino a acompañar a los dos importantes hoteles abiertos poco tiempo antes: el Hotel Los Fariones y el Arrecife Gran Hotel.

El ambiente cotidiano de la ciudad se limitaba al Parque Ramírez Cerdá. A partir del jueves, las parejas de novios iban y venían desde la Boca del Muelle Comercial hasta el Parador de Turismo, y nunca más allá de las 10 de la noche.

En verdad, en Arrecife y en Lanzarote se estaban produciendo cambios notables, y que sentarían las bases del desarrollo insular de los próximos años.

Piensen ustedes que en aquel año se produjeron otros hitos, como la entrada en vigor del Plan General de Ordenación Urbana de la ciudad, que llegó de la mano del Alcalde Ginés de la Hoz, o la finalización del Dique de Naos, mientras concluían las obras de ampliación del Muelle de Los Mármoles. Por el contrario, se carecía de red de alcantarillado, las comunicaciones eran precarias y el agua faltaba de vez en cuando, a pesar de que pocos años antes había entrado en funcionamiento la planta potabilizadora promovida por Manuel Díaz Rijo, la primera que se instaló en Europa.

Comenzaba a presentirse que la industria turística podía dar un nuevo impulso a la isla, sobre todo cuando, también en el 68, ya se estaba trabajando en la construcción del Restaurante ‘El Diablo’, en las Montañas del Fuego, y se inauguró la Escultura Fecundidad y la primera fase de los Jameos del Agua, ambas creaciones de César Manrique, quien ese mismo año se instala en su casa de Taro de Tahiche. Recuerdo que se originó cierta polémica alrededor de la escultura Fecundidad, hasta el punto de que el pintor Manolo Millares terció en defensa del arte contemporáneo.

He de confesarles que, poco tiempo después de mi llegada, no pude reprimirme a volar a la isla de La Palma, en un trayecto de un solo día de ida y vuelta, para ver con mis propios ojos un gran acontecimiento de la época: la erupción del Volcán Teneguía, en 1971.
Vivíamos el presente aún con estrecheces, pero mirábamos al futuro con mucha ilusión y esperanza, mientras aquellos turistas ya iban a lomos de camellos o asistían asombrados a las anomalías geotérmicas en los Montañas del Fuego.

Al llegar, vi por primera vez a la celebración de las Fiestas Patronales de Arrecife, cuyo recinto ferial se instalaba entonces entre el Puente de las Bolas y la actual sede del Ayuntamiento. Pregonó aquellas Fiestas Juan Marrero Portugués y me pareció una celebración importante.

Lo más destacado fue la cabalgata campesina, organizada por Juan Brito Martín con el mismo éxito que, años más tarde, se haría cargo del nuevo enfoque que se les dio a las Fiestas de Los Dolores. Participaron más de un centenar de camellos, ¡nada menos!

La exitosa actuación de Los Sabandeños nos hizo ver que un gran futuro se abría para este grupo y para el folclore canario, como así ha sido. Y, por otra parte, aquellas fiestas conocieron la primera edición de un concurso literario, cuyo primer premio estaba dotado con 10.000 pesetas de la época.

Como ven, pasaron muchas cosas el año que llegué a Arrecife… Transcurrido el tiempo, ha sido y es un honor desarrollar aquí mi vida. Esta ciudad y esta isla han acogido no sólo a un hombre que buscaba un futuro para salir adelante, sino a toda una familia, encontrando ese bienestar que tanto anhelábamos.

Empecé con un pequeño negocio de pilas y carretes de fotos. Era un local pequeño, con una superficie de sólo 15 metros cuadrados, en lo que era por aquel entonces la Cafetería Saint Tropez, y que alquilé por 1.000 pesetas de la época.

Poco tiempo después, también regenté la tienda de souvenir situada frente al antiguo Parador de Turismo, al lado del «pirulí de piedra» del Parque Viejo, para que me entiendan, donde atendía las compras de los turistas: calados, bordados, camellos… Siempre recordaré a Manrique preocupado por los artículos y pidiéndome que me centrara sólo en la artesanía tradicional de Lanzarote.

Eran otros tiempos. ¡Cómo ha cambiado la isla! En una ocasión, recuerdo haber dejado la tienda abierta, estando yo en el cine, vino el Pollo de Arrecife y me llamó por la megafonía para que saliera de la sala y fuera a cerrar la tienda. Nos conocíamos todos y se respetaba la propiedad de cada uno, quizá porque en el sentido de comunidad nos encontrábamos seguros.

Como curiosidad, les diré que las gasolineras no abrían los sábados por la tarde, ni los domingos, y los únicos robos que se producían eran de gasolina.

A lo largo de los años, fui desarrollando el negocio de la perfumería y la electrónica. Aquí, algunos nos sentimos orgullosos de haber participado en el desarrollo del comercio turístico en Arrecife, al calor de unas leyes fiscales que nos permitían vender bueno, bonito y barato: el ideal de todo comerciante. A fin de cuentas, no están tan lejanos los tiempos en los que los turistas, sobre todo peninsulares, dedicaban al menos un día a realizar sus compras. Podemos decir que, en aquella época, este tipo de comercio era un verdadero atractivo turístico de la ciudad.

En todo este tiempo, he tenido el inmenso honor de recibir en mi tienda a algunas personalidades. Su Majestad La Reina Doña Sofía, por ejemplo, la ha visitado varias veces. De hecho, en una ocasión, vino un día antes de que yo viajara a la India. Le comenté que iba a visitar un templo y pronuncié mal el nombre, por lo que Ella me corrigió, lo que era de esperar en una persona de su vasta cultura. Me pidió que en la India rezara por su suegro. Más tarde, en Madrid, volví a coincidir con La Reina en un encuentro cultural India – España y se acordaba perfectamente de la visita que nos había hecho.

Sin mayor pretensión, me van a permitir que cite a algunas personas famosas que han visitado la tienda, como la madre del Rey de España, Doña María de las Mercedes, los actores Lee Van Cleef y Omar Sharif, el cantante Julio Iglesias, el ex jefe del Gobierno Español Felipe González o el último dirigente de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov.

Hoy en día, me siento muy orgulloso del gran equipo humano que formamos. Con el tiempo, tuve la fortuna de observar el potencial que la isla ofrecía y como, poco a poco, se fue convirtiendo en un auténtico símbolo internacional. En esto me considero igual que tantos emprendedores lanzaroteños, quienes, con esfuerzo y dedicación, han creado empresas y han aportado su granito de arena al bienestar y la prosperidad de la isla y de su capital.

Con algunos de estos empresarios comparto pertenencia en el Rotary Club, en donde he hecho muchos amigos a lo largo de estos años. Como saben, los rotarios nos organizamos en clubes repartidos por todo el mundo. Ajenos al partidismo o al sectarismo, y abiertos a todas las culturas, somos empresarios o profesionales comprometidos con causas humanitarias y programas sociales, y que procuramos regirnos por la ética en nuestros negocios y profesiones. Nuestra misión es contribuir a crear buena voluntad y paz en el mundo.

No quisiera terminar este Pregón sin trasladarles el profundo respeto que siento por Arrecife y por Lanzarote, y por el gesto de invitarme a pregonar, que nos llena de ilusión y satisfacción a mí y a toda mi familia. También a toda la comunidad hindú de la isla, a la que, de alguna manera, siento que represento en este acto.

Ahora, que comienzo a escribir el epílogo de mi vida, quiero que sepan que no sólo llevo esta isla en mi corazón para siempre, sino a muchísimos amigos a los que el destino me llevó a descubrir y conocer en esta tierra.

¡Felices fiestas a todos!

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