POR ANTONIO LORENZO MARTÍN
Enamorado de la historia y de nuestro pasado, no añorado porque, a pesar de lo dicho por el poeta, no fue mejor, permítanme que empiece evocando algo que no volverá; y no volverán las antiguas fiestas de San Pedro en el patio decorado con las «Cuatro Estaciones» plasmadas por el pincel y la paleta de Juanele, o en la engalanada calle Real al pié de aquel monumento histórico y cultural del que, hoy con destino vulgar, peligra su supervivencia;
ni veremos la Orquesta de Mejías, a Cordero o a Pepe Pérez, a Gerardo o a Vicente; a Pepita Sarmiento o su compañero y humorista Rafael Quevedo o aquella primera vocalista cuyo nombre no recuerdo y que por el simple hecho de acompañar con su alegría y cánticos las fiestas mercantiles, fué denigrada desde un púlpito eclesial, y a la que posteriormente, desde la misma cátedra, se pidió perdón; ni entraremos en el pequeño ventorrillo situado junto al rellano de la escalera; ni nos cruzaremos con aquellos caballeros y muchachos y algunas féminas atrevidas que diariamente acudían a las tertulias culturales, divertidas o deportivas que cada atardecer, entre una cerveza, un vaso de agua agria o una copa de coñac, se desarrollaban en el pequeño bar o en los incómodos asientos de ventanas con cristales de guillotina que había que manejar con cuidado para evitar la rotura de los dedos; ya no se escucharán las voces maestras de Ignacio Aldecoa, en medio de una «surupeta» memorable, hablándonos magistralmente de una Isla de la Graciosa, casi desconocida para los restantes lanzaroteños, ni al catedrático Morales Padrón descubriéndonos los nombres de aquellos canarios y entre ellos lanzaroteños incluidos en el rol de las carabelas del Descubridor o de las naves de los Magallanes, Solís, Cortés o Pizarro, buscadores de aventuras americanas; ni a Agustín de la Hoz enseñándonos la historia de nuestra isla; ya no oiremos aquel pregonero municipal, tambor y pito estridente leyendo en el chaplón la última orden «de parte del señor Alcalde»; y, ya entre estas paredes de la nueva Democracia, evocamos el viejo Arrecife; oímos los martillazos del carpintero de ribera o del calafate que, aquí en la misma puerta, carenaban el barco de Gregorio Sosa, el chirrido del cepillo que lavaba las bandas de la traíña de Ambrosio Cedrés y percibimos el olor de la pintura de la enésima capa del barquillo de Miguel Gopar o el casi perfume de la brea de los chinchorros que ahí mismo, ahí delante, remendaban Marcial y Agustín; vemos los apuros de aquel muchacho que, en medio del temporal del sur, nadaba desde las «Casas Baratas» hasta el barco, chicote trincado entre los dientes, para reforzar las calas y amarras descuidadas en tiempos de bonanza; y llegamos a hoy, a Junio de 1.998, un aniversario más de las Fiestas de «La Democracia». Una Sociedad que ha sabido romper esa especie de maldición que gravita sobre unas entidades que, desarrolladas en el pasado siglo, parecía que todas, y de hecho, casi todas, sufren el anacronismo y su no adaptación a tiempos ya casi del siglo XXI; y nuestra Democracia, en manos de una juventud culta, alegre y con miras de realidad actual y futuro, ha sabido adaptarse a ese dinamismo que demanda la transición del siglo; y esa juventud, que acepta los consejos de los mayores, es quien mejor tiene que recoger el relevo cultural, de la diversión y del deporte; y, así, superar, como se ha venido haciendo con gran acierto, el peligro de extinción, como aquellos ya casi legendarios dinosaurios, por no saber adaptarse a las necesidades de una sociedad cambiante y que demanda progreso y mirar al futuro con optimismo. Yo, desde esta cátedra por la que tantas personas admirables han pasado, quiero estimular a los rectores de La Democracia a que perseveren y continúen la labor y a todos los socios, solidaridad y unión entre ellos y colaboración con los directivos para que estas próximas fiestas sean un ejemplo de alegría, educación y camaradería; y, como el Pregón debe ser simplemente la apertura de la puerta de las Fiestas; y el portarzo suele ser instantáneo, termino con un ¡Felicidades a todos!.