Pregón de La Democracia 2000

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POR    CARMELO  GARCÍA DÉNIZ

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Sr. Presidente de la Sociedad Democracia,
Señoras y Señores Socios de esta Sociedad,
Dignísimas Autoridades,
Señoras y Señores:

Muy buenas noches.

Antes de nada quisiera agradecer sinceramente a la Sociedad Democracia su gentil invitación para que fuese pregonero en sus tradicionales fiestas de San Pedro. Es para mí todo un honor aceptar a tal invitación y estar esta noche entre los socios y amigos de una Sociedad tan arraigada y vinculada a nuestra ciudad de Arrecife.

Al hilo de ello, permítanme que aproveche la ocasión para organizar el discurso de este Pregón en torno al papel que ha jugado la Sociedad Democracia en la configuración, en el crecimiento y en la vertebración de la capitalidad de Arrecife como núcleo urbano en un territorio tan peculiar como el nuestro.

Los factores que determinan el establecimiento de una ciudad son concretamente los que tienen una calidad colectiva, sin éstos las ciudades no son sino un continuo habitacional, un número de almas o vecinos sin mayor relación que la cercanía. Podría citar dos ejemplos: una plaza, como espacio de confluencia vecinal, dice más de una ciudad que una larga calle de vecinos. Y una entidad como ésta que nos acoge, define con mayor exactitud la calidad de ciudad que un entramado de calles sin espacio social.

Si lográramos imaginamos el nacimiento de este lugar en el que vivimos, vendría a nuestra mente, primero un descampado salitroso con tierras bermejas, jables y más cercanas a la costa el suelo apelmazado por filtraciones, cuajado, tal vez, por plantas propias del en¬torno (salados, barrillas, patillas, etc.) y por una miríada de charcos que la pleamar deja expuestos a un sol generalmente de justicia.

Las primeras edificaciones serían las propias del uso del suelo: cabañas de pescadores y más tarde almacenes donde guarecer las mercaderías que dejadas por navíos en la bahía de Arrecife tenían como destino, probablemente, la Villa de Teguise, acomodada y privilegiada en su rango de capital de la isla.

Tuvo Lanzarote diferentes modelos de supervivencia, donde se practicó hasta economías de recolección, como la orchilla, la barrilla y la cochinilla, junto a cultivos tradicionales y la pesca en sus distintas varian¬tes: de litoral, viaje redondo o pesca de barlovento, pes¬ca chica y la zafra. Hoy, sin embargo, ninguno de estos modos de economía son significativos, jugando, en algunos casos, papeles puramente testimoniales.

El turismo, que comenzó tímidamente en forma de excursiones optativas desde Gran Canaria y Tenerife, ha ido cromando todo el espectro económico insular hasta convertirse en el único referente de producción en la isla. Lejos queda el tiempo en el que Casto Martínez González, su Agencia de Información y Orga¬nización del Turismo y su edición, en los años treinta, de cuadernos con Motivos Turísticos de Lanzarote, impresos primero en Tipografía El Norte (Gáldar) y luego en la Imprenta Guadalupe (Arrecife), hacía todo lo posible por atraer al turismo aportándole una literatura conductora de las misteriosas excelencias de la isla nacida de los volcanes. Decía, en ese entonces, Casto Martínez, que con una buena intervención se lograría traer a la isla mil personas al año, lo cual, según él, resolverían los proble¬mas económicos de Lanzarote.

Ahora hemos descubierto que una cantidad desmesurada de explotaciones turísticas puede cambiar el signo de la fortuna y que no es necesariamente armonizable el irreflexivo y desbordante crecimiento con el futuro. Tal vez tuvimos que haber aprendido a hacer los cálculos para garantizar territorio y empleo. Y aquí he de hacer una reflexión que tiene que ver directamente con las sociedades culturales, porque determinadas crisis habidas en su seno tienen su origen en el brusco cambio de los modelos económicos y en el de los perfiles sociales a que estos dan naturaleza. De esta manera engancho con lo que comencé a esgrimir respecto a cuáles son los factores que hacen de una simple congregación de vecinos una ciudad. La ciudad como una compleja red de intereses, intercambios, crecimientos, comercio, política y establecimiento orgánico de ese nuevo ente que es la propia ciudad, nacida de la sinérgica de los diferentes músculos naturales y socioculturales que se dan cita en el nacimiento y desarrollo de una población. Es decir, el territorio, con todas sus características, estratégicas y geográficas, y los intereses de quienes a lo largo de los tiempos lo pueblan.

Cualquier historiador, geógrafo o antropólogo sabe que para la fabricación de la ciudad, igual que en cualquier cuerpo orgánico, es del todo necesario la existencia de músculos, órganos y ligamentos que den continuidad, movimiento y operatividad funcional a las par¬tes óseas, o sea el esqueleto, es decir, el territorio físico. Se trata de un diseño, reajustable y redibujable en cada necesidad que, sin embargo, sigue un orden que evita los distintos dramatismos que pudieran darse cita si sólo estuviera activada la sinrazón de lo excesivo, tanto hacia adelante como hacia atrás: lo experimentalmente moderno y vanguardista.

Las sociedades culturales y de recreo son junto a las instituciones públicas los estamentos que posibilitan la vertebración y articulación del territorio. La gente, es decir, los vecinos, no son ajenos a esta función. Ya que, evidentemente, son la parte aglutinada de las sociedades y de la administración y, por tanto, quienes dotan de opinión y de humanismo a estas instituciones, principalmente a las sociedades culturales, pues las otras están ralentizadas por los tiempos que requieren la aplicación de normas, leyes, ordenanzas y un largo etcétera que forma un cúmulo de cosas y formas que, por desgracia en la mayoría de los casos, se manifiestan como arcaismos que impiden, de alguna manera, el avance de los pueblos.

La vertebración, la unificación y construcción discutida y convenida del territorio tiene su origen en las capacidades colectivas, en las sociedades como esta en la que nos encontramos esta noche, en ellas se da cita el pensamiento y el conocimiento, habida cuenta que se da cita el género humano, no ya de una manera exclusivamente individual sino sujeta a la potencia colectiva.

La Sociedad Democracia además ha tenido a lo largo de los tiempos una orientación aglutinadora en torno al avance del territorio donde está enclavada. Podríamos citar brillantes momentos de esta sociedad, pero no son justamente cada uno de los ejemplos lo que importa sino la totalidad del proceso, restándole los altibajos correspondientes a las etapas políticamente ajenas.

Me refiero, concretamente, a aquélla que fue ajena a todos, incluso a sus partidarios, pues al final de la dictadura muchos descubrieron que ellos habían sido los vencidos, en cuanto responsables de haber estancado al país, evitándole así el desarrollo que en el mismo tiempo tuvieron otras naciones que también habían salido de ruinosas guerras. Así y todo, mientras de puertas para afue¬ra se sujetaban los pensamientos y las obras en los espacios de esta sociedad, en ocasiones, se practicaban modelos de relación más propios del socialismo. Y si no del socialismo, en-tendido como ideología de cambios profundos, si por lo menos de actividades respetuosas y solidarias con los problemas sociales.

Esta preocupación ha sido, sin embargo, una constante de la Sociedad Democracia. Puede observarse ya desde sus inicios y especialmente alrededor de 1915, cuando compartiendo sede con el Círculo Republicano de Arrecife, pusieron en marcha una escuela y activaron un programa de acciones culturales importante. En este sentido se destaca el papel de la Sociedad en el estable¬cimiento de hábitos culturales, como el teatro, la música, conferencias y la actividad deportiva.

La Sociedad Democracia ocupa un espacio espiritual dentro del entramado del Arrecife antiguo, un pueblito joven, marinero y portuario que trata diariamente de empenicarse sobre sus propias cotas para atisbar un futuro que, la mayoría de las veces, se le escapa por la línea lejana del horizonte. Lo que está claro es que desde 1850, fecha en la que se crea la Sociedad Democracia, hasta la actualidad, han pasado 150 años de vinculación, podríamos decir marital, entre ésta y el municipio de Arrecife. Téngase en cuenta que la Democracia nace en un entorno temporal importantísimo para este territorio porteño, pues apenas han transcurrido tres años desde que se dotara de los privilegios de capital de la isla. Una flamante capitalidad que probablemente forzaría la creación de la Democracia como entidad aglutinadora del pensamiento para abordar y desarrollar con éxito el nue¬vo modelo administrativo y establecer en el seno de la sociedad civil la estrategia hacia el futuro. En pocas palabras, se trata de que cuando el municipio alcanza un mayor rango administrativo y de poder, necesita una mayor articulación de la parte civil, de esta manera el debate queda garantizado pues existe el foro donde celebrado.

No cabe duda de que Arrecife como capital de la isla y la Sociedad Democracia son el mismo proyecto de organización civil, que se articula en tomo a la necesidad de una mayor colectivización del pensamien¬to y asunción del nuevo rol de importancia debido a la capitalidad.

Generalmente o de ordinario la idea que se tiene sobre la Democracia ronda en torno a los bailes de su festividad ya la función de la Sociedad como lugar de encuentro, ya sea para el uso de la biblioteca y hemeroteca como para echar unas partidas de carta o ajedrez o simplemente compartir el tiempo entre amigos en la zona de bar. También es ya un clásico la serie de datos que siempre se aportan a la hora de hablar de la historia de esta entidad, por ejemplo: la célebre expedición, comandada por Antonio María Manrique, en 1882 al África continental, en busca de la torre, construida por los Herrera, en Santa Cruz de la Mar Pequeña; los avatares de los cambios de nombre: Democracia, El Recreo, Círculo Mercantil de Arrecife y, de nuevo, Democracia; la exposición titulada «Objetos Clásicos Lanzaroteños»; y algunas otras cosas más, muchas de ellas del rango de las curiosidades. Sin embargo, la importancia del proceso y de la estabilización de los factores culturales y sociales que se dan en el seno de esta Sociedad empuja a favore¬cer también a la sociedad total de Arrecife. Es decir: el hito más importante de esta Sociedad es su existencia, en tanto se instituye, y utilizo aquí el verbo correcto en toda sus acepciones no ya sólo en la calidad de fundación sino en la de enseñanza e instrucción, como referente de conocimiento y evolución. La agenda de actos, actividades puntuales y las de creación de hábitos, son simplemente, pese a que parezcan el objetivo fundamental, los hilos de colores que dan belleza a la fortaleza de la urdimbre, o sea a la capacidad de mantenerse firme en el tiempo pese a que durante los últimos quince o veinte años nuevas aportaciones poblacionales, junto a una dimensión exagerada de nuevas edificaciones y negocios hosteleros, han generado cambios importantes en los comportamientos y el perfil de los naturales de Lanzarote.

Pero hoy, tal vez más que nunca o por lo menos de igual modo que en aquel lejano 1748 en el que Arrecife asume la capitalidad de la isla, el rol de esta sociedad debe cobrar protagonismo y vigencia. Porque no ha de concebirse la recuperación de este sentido de capitalidad por parte de Arrecife hasta que las sociedades culturales y de recreo y, principalmente ésta denominada Democracia, asuman que tiene un papel importantísimo que jugar. En los últimos años Arrecife ha descuidado su categoría de capital, se ha igualado, en cuanto a representación, al resto de los municipios, sin embargo, sólo él es capital de la isla y no es una cuestión de agravios ni cosa por el estilo, es sencillamente una realidad administrativa que debe ser tenida en cuenta por todos los lanzaroteños sin menoscabo de su lugar de nacimiento. Como capital, Arrecife, ha de mantener una integridad y una presencia que la cualifique para representar los intereses de los lanzaroteños. En este sentido es del todo primordial la actividad que pueda generarse desde sociedades como esta, desde las meramente puntuales hasta aquellas relativas a instalar opinión en el seno de la sociedad global de Lanzarote y particularmente la de Arrecife. Creo firmemente que el status de capitalidad no puede sostenerse exclusivamente por el consistorio municipal, sino que implica a la totalidad del suelo de Arrecife, sus ciudadanos y las distintas entidades asociativas. Arrecife, como ciudad, no es un negociado del ayuntamiento, sino una responsabilidad compartida, entre los que han sido elegidos para administrarla y el resto de la ciudadanía. Y la mayor rentabilidad del pensamiento, de las opiniones y decisiones de un poblamiento humano se da cuando los miembros de esta comunidad son capaces de reunirse y hacer de la suma de las voces individuales una voz fuerte y colectiva.

La Sociedad Democracia mantiene, desde su fundación, un planteamiento activista que ha servido para elevar la formación crítica y la adquisición de bagaje cultural de sus socios y de la totalidad de la sociedad municipal que no puede sustraerse de la influencia que puede generar una nómina tan numerosa de asociados como los de esta entidad. (A fecha de hoy, alrededor de 3.500).

Los nuevos habitantes de la isla, me refiero evidentemente a los recién llegados y no a los recién nacidos, han sido tan numerosos que pueden verse. No se trata ya de un grupo reducido que, disperso en la población natural, pasa desapercibido. Bueno, pues a estos nuevos pobladores habrá que traducirles la isla, las cosas y hábitos que la componen, desde su gente hasta la historia. Porque si no, estos jamás entenderán no ya sólo qué gente somos y cual es nuestra cultura sino cuánto nos ha costado hacer de este pequeño territorio atlántico una realidad y una posibilidad económica. Han de saber los nuevos pobladores la cantidad de penurias que han sufrido nuestra gente a lo largo de los tiempos y que los lanzaroteños actuales no quieren volver a vivir ese lacerante e ingrato pasado. Y ha de ser tarea de sociedades como esta, con sus programas de actividades, las que traduzcan nuestra identidad, nuestra cultura territorial y nuestros deseos hacia el futuro a quienes desean convertirse en nuevos vecinos para que las cosas transcurran sin dramatismos, sin fricciones innecesarias y sin que tengamos que hipotecar nuestra pervivencia futura, ya que vivimos una economía, emanada de un turismo controlado por touroperadores externos a Canarias, que puede resultar lo más frágil del mundo, atendiendo a que apenas tenemos agricultura ni pesca y que poseemos una dependencia total y absoluta en asuntos de energías. Todas estas preocupaciones han de conocerlas los habitantes de la isla, para evitar acciones que nos lleven a la catástrofe o nos remita a un pasado no deseable.

Fundamental es la existencia de la Sociedad Democracia para la historia de Arrecife y para la vertebración de su población. Es posible que, dado la enorme oferta de bares, salas de baile, programas culturales desde la administración pública y algunas entidades privada y una multitud de actividades de ocio que existen hoy en Lanzarote, las sociedades como ésta en la que nos encontramos sufran determinadas crisis, pues antes eran espacios exclusivos donde reunirse en torno a una actividad formativa o lúdica, con lo cual se obligaba, entre comillas, a los ciudadanos a mantener una relación de socio con la entidad para poder disfrutar de las mencionadas actividades. Pero yo quisiera recalcar que esta sociedad no es un lugar donde sólo se oferta diversión y actividad puntual del campo de deporte y la cultura. Esta sociedad es un icono que simboliza los deseos de los ciudadanos de Arrecife por prosperar. Un hogar común diseñado tras un apretón de mano, tal como muestra su imagen corporativa.

Hoy, los días los vivimos con una cierta desazón porque nuestro territorio está cobrando una dimensión que no logramos entender del todo, es de obligado proceder la activación de esta sociedad en los asuntos de todo el municipio, aportando su opinión colectiva y cualificada para resolver los problemas que anidan en nuestro espacio. Probablemente estas palabras mías, más que un pregón podrían definirse como una particular reflexión sobre el estado de la cuestión lanzaroteña y como una abierta petición a esta sociedad y a cada uno de sus miem¬bros para que apoyen sus manos sobre la caña del timón de esta isla y asegure el rumbo hacia el futuro.

Gracias, por su atención y a la Sociedad por depararme el honor de ingresar en la nómina de quienes sienten el privilegio de dirigirles la palabra en una fecha tan señalada para esta institución, especialmente en este año en el que esta querida y respetada entidad cumple los 150 de existencia.

Carmelo García Déniz Arrecife, junio de 2000

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