Señor Presidente, señores socios, señoras y señores, buenas noches:
Hay quien dice que con un apretón de manos se inició la historia de la Sociedad Democracia de Arrecife en 1840. Otras fuentes, en cambio, sitúan este hecho diez años después. Pero sin duda, fuera en un momento o en otro, lo que es significativo es el gesto que certifica su nacimiento, y que en nuestra cultura ha sido ¬para muchos aún lo es- el más serio de los tratos, el más válido de todos, al margen de cualquier documento.
Con él nació a mediados del siglo XIX una Sociedad que impulsó la enseñanza y la comunicación, siendo pionera en numerosas actividades deportivas, y que ha llegado hasta hoy como obligado lugar de encuentro y referencia en la vida social y cultural de Arrecife.
Libertad, igualdad y fraternidad fueron los principios que desde el primer momento defendió la Sociedad Democracia, los mismos principios que la Respetable Logia Atlántida defendió históricamente, lo cual demuestra los lazos entre la Gran Logia de Canarias y la centenaria Sociedad. Hasta el punto de que la Medalla de la Respetable Logia Atlántida incorpora un apretón de manos extraordinariamente parecido al que aparece en el escudo de La Democracia. Los vínculos parecen claros.
Es posible que ese apretón de manos dificulte las investigaciones de los historiadores, pero no la memoria de quienes vivieron aquella época, o supieron del compromiso con su tiempo adquirido por un puñado de hombres; hombres conscientes de vivir momentos de gran importancia para la ciudad, bien fuera por sentirse parte de una historia que veían fraguarse ante sus ojos o a causa de las terribles carencias que afectaban a Lanzarote. Recordar entre esos hitos, de un lado, el cambio de capitalidad en 1852 al amparo de la pujante actividad portuaria y comercial de Arrecife, que se tradujo en una febril actividad en todos los sectores sociales, y de otro, la escasez de agua y la emigración, dos de los mayores y más persistentes problemas de la historia insular.
Sabemos que a principios del XIX, y gracias a la iniciativa de un grupo de socios, la festividad de San Pedro se convertirá en la fiesta de La Democracia ¿Se celebraban desde su fundación las fiestas de la Sociedad coincidiendo con las de San Pedro? ¿Tiene algo que ver con la fecha de su constitución? O ¿se eligió el día de San Pedro para celebrar bajo su advocación la fiesta anual por ser Arrecife puerto, y muchos de sus habitantes pescadores? Y yendo un poco más allá, o más acá, más de uno habrá entre nosotros que hoy en día recuerde San Pedro porque es la fiesta de La Democracia.
Cuando se fundó la Sociedad ya San Pedro había cambiado en la imaginería la cruz por las llaves, y solía aparecer, en ocasiones, con un gallo: las llaves que dan acceso a una nueva vida (llámese la vida eterna) y el gallo («antes del segundo canto del gallo, negó a su señor tres veces»), para impedir el olvido. Dos símbolos que, desde mi punto de vista, son perfectamente válidos para definir el compromiso de La Democracia con la memoria y el futuro, con sus raíces y el legado que deseamos para nuestros hijos y nietos.
Así que un año más nos reunimos en estos días de San Pedro para celebrar esa memoria y su futuro, esa vocación de lugar de encuentro.
Y es precisamente en este momento en el que, como pregonero agradecido por este honor y como periodista, me gustaría recordar la figura de un colega, Miguel Pereyra de Armas. Nacido en Arrecife en 1839, hombre que según Antonio Zerolo «se distinguió como periodista de polémica, mordaz e intencionado, y como autor de una única obra de empeño que obtuvo los aplausos unánimes de la critica», Y traigo esta noche a la memoria el recuerdo de Pereyra de Armas para rendirle un sincero homenaje y mencionar que, en ocasiones, esos sucesos que los historiadores no encuentran en los archivos por falta de documentación, sobreviven en la literatura y en los periódicos. Y que son precisamente la hemeroteca y la biblioteca de esta sociedad dos de sus más fieles conservadores.
Las corrientes literarias de la segunda mitad del XIX, el realismo y el naturalismo, han funcionado como actas notariales de una época. En nuestro caso tenemos la suerte de contar con una obra «Tipos de mi Tierra», de Miguel Pereyra de Armas -publicación que tras aparecer en 1897 ha reeditado el Cabildo Insular con un estudio de José R. Betancor Mesa-. En «Tipos de mi tierra», Pereyra de Armas dibuja un valioso retrato de la sociedad que vio nacer a La Democracia.
Dice de Arrecife: «Mi pueblo era entonces una especie de limbo. Una o dos veces al mes recibía noticias de la capital de la provincia; y de él sólo se acordaban los gobernantes cuando de imponerle y cobrarle alguna gabela se trataba».
Pereyra escribió estas crónicas en 1896, pero la realidad que describe tiene lugar cuarenta y cinco años antes, en una ciudad que crecía dominada por la burguesía oligárquica; y que rara vez se hacía eco de los acontecimientos que agitaban al país o a Europa, sacudida por la revolución de 1848.
La Sociedad Democracia se desarrolla en Arrecife mientras en el territorio peninsular se eternizan las escaramuzas carlistas, se enfrentan las sublevaciones en los territorios de ultramar, se suceden gobiernos de conservadores y liberales, o reinados que darán un breve espacio a la República. Aquí, en Lanzarote, las preocupaciones eran otras y no menos importantes: sobrevivir en un medio, a menudo, hostil, en el que las pertinaces sequías, obligaban a gran parte de los hombres a emigrar a América; enfrentarse con una sociedad diezmada, con un alto grado de analfabetismo, y sufriendo eso que ahora conocemos como doble insularidad. A todo esto hay que añadir la caída de los precios de la barrilla y la cochinilla en la década de los cincuenta a causa de la sequía, que se convertirá en catástrofe poco después con el auge de los tintes químicos.
Es importante que recordemos que entre 1824, cuando se produjeron las últimas erupciones volcánica en la isla, y 1834 la población masculina de Lanzarote se redujo a la mitad y que volvió a mermar en 1855, año en el salieron con rumbo a La Habana y Buenos Aires unos 3.000 hombres, en pésimas condiciones.
Germen de la Sociedad Democracia, o ella misma, podría ser ese club que menciona Pereyra en uno de sus cuadros, «El Boticario Viejo». Dice de este personaje “que era miembro de un club o círculo, cuyos socios, de ideas muy avanzadas, en aquella época en que alboreaban los principios y las tendencias democráticas informadoras de nuestra sociedad actual -no olvidemos que el autor habla desde 1896- llevaban la representación del progreso, y eran decididos sostenedores de las libertades del ciudadano contra la reacción religiosa y la opresión de la tiranía de un régimen político-administrativo ignorante y fanático». Francmasones eran en su mayor parte los miembros de aquel club. ¿Se trataría del mismo casino que el viajero francés René Vernau define como “demasiado bueno para esta isla», cuarenta años después de su constitución?
Habla Pereyra de hombres que compartieron alegrías y decepciones cotidianas con un espíritu cívico, social y crítico, que no podían comprender cómo, por ejemplo, en 1934 ¿ ? un ayuntamiento, que decía que no estaba en disposición de aumentar las clases para que la enseñanza llegara a los niños más humildes, construía una carnicería y una pescadería en lugar de la ansiada escuela. Hombres que asistieron a la instalación del primer alumbrado público, con faroles de petróleo en 1957 ¿? Y que, en algunos casos, llegaron a ser testigos del famoso robo del telégrafo. Sirva como muestra esta anécdota para comprender con cuanto deseo acariciaban las novedades, más cuando suponían un importante avance para el desarrollo insular, y que abatimiento podían sentir cuando esas esperanzas se veían truncadas. Por un decreto de 23 de octubre de 1883, según nos cuenta Agustín de la Hoz, estaba previsto que el cable del telégrafo pasara por Lanzarote, cosa que no sucedió, y el culpable tiene nombre y apellidos, Juan Ravina, al parecer, y como dejó claro Fernando León y Castillo, abusando de su cargo logró que la conexión se realizara con Tenerife.
Entre aquellos hombres se encontraban los socios fundadores de la Democracia: Juan T.Tophan, Elías Martinón, Carlos Schwartz, Domingo García, Pedro Pérez o Manuel Reyes. Entre sus primeras preocupaciones y logros se cuentan las lecciones gratis para los niños que no tenían acceso a la educación y la creación del primer periódico impreso, El Horizonte; llegarían, además, la entusiasta apuesta por el teatro y las iniciativas pioneras en deportes como el fútbol, el ajedrez o el baloncesto.
Gracias a los retratos de Pereyra de Armas podemos regresar a las calles, plazas y casas de aquel Arrecife; hacemos una idea de las modas, conocer detalles como la hora de la comida en las casas acomodadas (las cuatro) o que en las tertulias como la de la «Casilla del Resguardo» se entretenían con «la brisca, malilla, solo, Napolitana y otros juegos de puro pasatiempo». Será precisamente este cuadro dedicado a la citada casilla el que dedicará el autor a La Democracia. Otros capítulos de la misma obra fueron dedicados a dos sociedades que, a finales de siglo, completaban la oferta sociocultural de la isla: El Casino y el Círculo de Amigos de Arrecife .
¿Quién iba a decirle a Pereyra de Armas que, cien años después de aquellos difíciles y entusiastas comienzos, los descendientes de aquellos prohombres se enfrentarían a una situación político-social y religiosa de similares características? Lo que seguramente no habría que decirle -ya que el espíritu de aquel apretón de manos lo avalaba- era que en esos años de intolerancia -en ocasiones manifiesta en el seno de la propia sociedad- conseguirían mantener su espíritu cívico e independiente, y hasta el nombre invariable en los papeles.
Me refiero aquí a una curiosa anécdota que cobra un gran significado. Tras la sublevación de Francisco Franco en 1936, se ordena el cambio de nombre de La Democracia que se llamará El Recreo y, con posterioridad, Círculo Mercantil de Arrecife antes de recuperar su primer nombre en 1980¿? Todos siguieron reconociéndola como La Democracia. Suele suceder porque seguimos nombrando los lugares o las calles al margen de los nombres sobrevenidos (ejemplo); lo que resulta verdaderamente paradójico es que nunca constó en los documentos oficiales con otro nombre que no fuera ese, La Democracia.
Si bien es cierto que en La Democracia se celebraron actos políticos registrados desde 1904, son las manifestaciones sociales las que han constituido una de sus mayores bazas. Se trata de los bailes de Carnaval, que desafiaban al poder político y religioso, y las fiestas de San Pedro a las que las sociedad arrecifeña acudía con sus mejores galas -de estreno- y que constituían verdaderos hitos en la vida de la isla. Al calor de estos bailes se tejían amores, intrigas y polémicas.
Podríamos decir, sin riesgo a equivocarnos, que la vida del Arrecife de los años cincuenta y sesenta del siglo XX seguía siendo muy parecida a la que dejó Pereyra de Armas a principios de siglo. Y siguiendo con los paralelismos: si intensos fueron aquellos primeros cincuenta años de vida de La Democracia, no lo han sido menos los de la segunda mitad del siglo XX. Años y acontecimientos que muchos de los que estamos aquí esta noche hemos tenido la oportunidad de compartir.
Hablar de mi experiencia personal en relación con esta Sociedad, que hoy me honra al nombrarme pregonero, resultaría una obviedad, no tanto por conocida ¬cada uno cuenta la feria cómo le va- sino por compartida. Aunque, pensándolo mejor, quizá ése sea el valor, el de ser compartida, común a muchos de nosotros.
El primer recuerdo que conservo de La Democracia está ligado a estos bailes de San Pedro, a los que asistía cuando regresaba de estudiar en Las Palmas y, como muchos de los aquí presentes, en ellos me eché novia. La culpa la tuvo Domingo Lasso, que era amigo de mi padre -nosotros vivíamos en Haría- al darme una invitación. En aquellos tiempos La Democracia podría definirse para mí como el refugio de los jóvenes. Entonces su sede aún estaba en la Calle Real, en el edificio que hoy alberga El Mercadillo, y su estructura me causó un gran respeto: aquel enorme sofá bordeando el patio, el corredor superior, que servía de perfecto observatorio Sabía que allí se fraguaban cosas importantes. Entre aquellas pare¬des y ese patio queda una parte fundamental de la historia de muchas familias …
Desde aquel tiempo hemos vivido profundos cambios políticos y económicos, en definitiva, cambios sociales, hasta el punto de que la población de la isla se ha multiplicado. En estos últimos veinticinco años hemos pasado de ser una sociedad eminentemente agrícola y pescadora a vivir exclusivamente del turismo. Así que nos amenazan otras preocupaciones, entre las que destaca la propia conservación de la isla y de nuestros rasgos de identidad; preocupaciones a las que, me consta, La Democracia no es ajena. Además sigue manteniendo su identidad como sociedad cultural, ofreciendo actividades de gran calidad, con el mérito añadido de no disponer de un gran presupuesto: desde los campeonatos de ajedrez a las conferencias de los más destacados escritores, pensadores y artistas españoles e hispanoamericanos. Es un hecho que sus puertas siguen abiertas y su declaración de principios fundacional intacta: «La redención popular mediante una urgente acción social y cultural».
No obstante, esta ciudad y esta isla siguen teniendo una cuenta pendiente de saldar con esta institución. Me refiero a la histórica reclamación de conseguir un emplazamiento de la sociedad junto al mar, pudiendo así seguir siendo fiel a su origen humilde, porteño y pescador. Una reclamación repetidamente prometida y comprometida incluso en plenos y planes urbanísticos, pero, hay que decirlo, también repetidamente vulnerada.
Con sus más de 150 años de vida, la Sociedad Democracia y su enorme y diversa masa social necesitan y se merecen que los poderes públicos se comprometan a hacer realidad su viejo sueño de instalarse junto al mar para, entre otras cosas, poder desarrollar los deportes náuticos y ofrecer servicios e instalaciones acordes a los nuevos tiempos. Para que pueda seguir convirtiendo en realidades grandes palabras como justicia, igualdad o solidaridad, valores que inspiraron la ilustración, son esencia misma de la convivencia democrática y perduran en el imaginario colectivo de esta Sociedad.
Confía este pregonero en que se pueda hacer justicia histórica con La Democracia aprovechando la magnífica oportunidad que supone la Revisión del Plan General de Ordenación de Arrecife.
Celebramos un nuevo año de una Democracia de principios de siglo, de este siglo XXI, bajo el augurio de un gesto -ya su símbolo- que la hizo nacer: ese apre¬tón de manos, en el que hoy se estrechan tradición y actualidad.
Muchas gracias y felices fiestas de San Pedro.
Agustín Acosta Cruz