Fuente: LA VOZ – 11 De Febrero de 1999
Tailandia irrumpió el martes en Arrecife con el pregón de los Carnavales. El humorista canario Juan Luis Calero introdujo la fiesta a los centenares de arrecifeños que se congregaron al pie de la Casa de la Cultura «Agustín de la Hoz». Todo el equipo de gobierno local, el presidente del Cabildo, Enrique Pérez Parrilla y su esposa, Nieves Rosa Hernández, se vistieron con una indumentaria que les trasladó a las tierras de la antigua tierra de Siam.
La fiesta comenzó pasadas las nueve y media de la noche. El disfraz que portaban los ediles era de un dorado refulgente, compuesto de un pantalón o falda, una camisola, un ancho cinturón, una capa y un sombrero con forma de pagoda. El diseñador de esta vestimenta ha sido Willy Díaz, quien ha hallado su inspiración en la arquitectura de los templos de Sri Lanka. Las autoridades fueron llegando de una en una a la Planta Superior de «Agustín de la Hoz», y estuvieron acompañados por la Reina del Carnaval del año pasado, Ángeles Olivero Berruti, quien lucía un espectacular vestido rojo, diseñado también por Willy Díaz.
Juan Luis Calero salió al balcón y, «con su propia voz», agradeció a los arrecifeños el que le hubieran dejado participar en un Carnaval «tan añejo y con tanta tradición». El humorista, momentos antes de su intervención, charló con la prensa, a la que manifestó su afición por Lanzarote, lugar, a donde viene «desde que tenía 18 años». Con algunos más, y con una labrada carrera en el mundo del humor, salió al balcón de «Agustín de la Hoz» para dirigirse al público allí congregado. «Disculpen el fonil que llevo en la cabeza,- comenzó-, pero es que me lo tuve que poner porque vengo de Tailandia y allí van todos de esta guisa». Calero continuó su discurso en tomo al Carnaval con una cita bíblica: «No es bueno que el hombre esté sólo”, y por eso se inventó el Carnaval, que es una manifestación colectiva donde el individuo deja de serlo y se contagia con la magia que recorre las calles, invade los escenarios y convierte lo cotidiano en una fiesta». Recordó que, en Carnaval, «la imaginación brota sin medida, porque nadie es quien dice ser».
Y rodeado por las autoridades. Calero recordó: «En Carnaval, el político pasa desapercibido con su discurso, porque nadie se lo cree. Los sueños toman el poder, nos inventamos una reina que hace sentir su cetro de mando sobre el disparate. Los hombres proclaman con bigote su parte femenina, y las mujeres acentúan lo masculino con unos pantalones que, en realidad, llevan todo el año».
Hay quien dice, también Calero, que el Carnaval comienza justo cuando termina, «que llevamos puesta la máscara cada día, y que al llegar la fiesta del dios Dionisos o el dios Baco echamos fuera el dios interior que nos grita para que nos proyectemos hacia los demás con un buen talante». Y quiso decir con ello «buen talante”, porque parece estar de moda la fiesta como agresión, cuando el humor, en su más pura esencia, es un ejercicio de modestia y de generosidad». José Luis Calero reivindicó, por tanto el humor «como fuente de inspiración de toda juerga o sarao; una inspiración, que jamás les ha fallado a los carnavaleros de Arrecife que han soñado con el mar desde siempre, y que por eso han dibujado una de las más bellas tradiciones tan sólo sacando la tripa a un pescado, a la corvina.
Arrecife es Tailandia
Con su conocido don para imitar las voces de todas las especies de seres humanos, «trajo» al pregón a un matrimonio mayor, e hizo alusión a un rey tailandés “del siglo trece pa’allá’ que fue un rey bien puesto y que tenía un cabildo mejor que el de don Enrique, muy bien montado», dijo. También aludió a Margarona, al hablar de una reina tailandesa que inventó la minifalda y «que tenía un aire en el carácter» a la alcaldesa de La Graciosa.
Llegó entonces Felipe González y pregonó que «Arrecife es Tailandia y que este país del Sureste asiático supera a Lanzarote en mociones de censura por metro cuadrado». El “ex presidente» aprovechó la ocasión «para recomendar la bajada del precio de las entradas a las Montañas de Fuego, no sólo a los conejeros, sino para todos los isleños». Y mencionó que «no vale cobrar la entrada del Mirador del Río porque para tomarte allí un cortado, en esas condiciones meteorológicas, hay que pedir un préstamo al Parlamento europeo». La voz de Felipe invitó a todos los arrecifeños a que disfrutaran con toda amplitud de los Carnavales. «Que se rescate aquí la memoria de un pueblo que supo siempre divertirse sanamente, y si les sorprende la luz del nuevo día con el disfraz puesto, eleven la mirada al sol para rezar al dios Aluna, que es el dios del alma tailandés».
Bandada de garzas
Juan Luis Calero debe asociar los Carnavales con los políticos, porque en la noche del martes también se pudo escuchar el especial timbre de voz de Lorenzo Olarte, «Chencho en Carnavales», quien, después de felicitar las fiestas a todos, proclamó desde la tribuna -balcón su candidatura «a presidente o monarca tailandés, y lo hago con la prudencia y con los modales refinados de un país que ha bebido en las fuentes del nacionalismo moderno». Además, propuso hacer del Castillo de San Gabriel un buda esmeralda.
El pregón de Calero contó en su colofón con la presencia de «Don Ruperto, un científico de andar por casa con la puerta cerrada». El eminente biólogo propuso «transformar las gallinas de Arrecife por faisanes siameses, que las cabras sean ciervos de zambar, y que el águila pescadora, que mancha majestuosamente los cielos del Archipiélago Chinijo, reine sobre todas las aves marinas de nuestras costas».
Por último, proclamó que la fiesta pagana de los Carnavales, «una mezcla de sexo, aquelarre y desenfreno», no debe jamás caer jamás «en el dirigismo político, sino que cada uno se divierta sin perder la sonrisa carnavalera y que reine la tolerancia». La «mujer» que lleva Calero en sus cuerdas vocales pidió «que todos tengan fundamento en el Carnaval». Después de Calero, la alcaldesa, que animó a los arrecifeños el relajarse y el divertirse en estas fechas tan especiales. El pregón se cerró con una explosión de fuegos artificiales que provocaron la huida en bandada de cientos de garzas que pasan la noche en los árboles del Parque Ramírez Cerda.