Pregón de San Antonio Mª Claret (Altavista) 2018

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Por  MARCIAL DE LEÓN GARCÍA


Muy buenas noches a todos, Sra. Alcaldesa, Sr, Concejal, Presidenta de la Sociedad de Altavista, directivos, vecinos, familiares y amigos.

Es un verdadero honor para mí dar el pregón esta noche de Las Fiestas del barrio que me vio nacer. Muchísimas gracias por acompañarme en este día tan especial.

Especial también, porque hoy se celebra el día mundial por la lucha contra el Cáncer de mama. Salud para todas.

Altavista, un barrio de mar y campo…. humilde, generoso y trabajador. Cuando yo era niño todos se conocían, se apoyaban los unos a los otros y se ayudaban para que nuestro barrio fuera creciendo y mejorando nuestra calidad de vida.

Barrio de muchos pescadores y marinos. En todas las casas había una radio, donde escuchaban la Costera, para saber de los familiares embarcados en alta mar. También había trabajadores de las fábricas de conserva y de la construcción de hoteles y apartamentos.

En aquellos tiempos, nos surtían las desaparecidas tiendas de aceite y a granel. Las puertas de las casas estaban siempre abiertas y en los días muy calurosos se improvisaban camas en las terrazas, aceras o azoteas para pasar la noche al fresco.

Mi vida transcurrió en Altavista Alta, en la calle León y Castillo 185, allí nací. Mi padre Pablo De León Arráez, procedente de Orzola y mi madre Ana García Martín, que venía de Haría. Éramos seis hermanos, José Luis, Juan Pablo, Manolo, Román, Anabel y yo, así que era imposible aburrirse. La ropa y los juguetes los heredábamos de unos a otros y los mayores cuidaban de los más pequeños. Mi hermano Román era mi cuidador y mi gran amigo. El me enseñó a caminar por la vida; sin prisa pero sin pausa, como él decía.

En la época, en todas las casas tenían animales, gallinas, conejos, palomas, cabras y perros. Señó Salvador sacaba a pastorear a las cabras del barrio y luego las devolvía a las casas.

Recuerdo una Altavista en la que había pocas casas y muchos solares vacíos, de tal forma que los trayectos caminando nos parecían bastante largos. En ocasiones los chicos del barrio organizábamos una excursión a “La Maleza”, zona donde ahora está situada la Rotonda que sube de Altavista a Tahiche, por la circunvalación. Llevábamos una tortilla y allí pasábamos el día jugando.

De noche no había luz en la calle, las carreteras eran de tierra y había muy poco tráfico. Los niños jugábamos a las Motos. Poníamos una vela encendida dentro de un cacharro clavado a un palo, que hacía las veces de manillar y así dábamos vueltas como locos por el barrio.

Era bastante habitual que, mientras estaba jugando, alguna vecina me llamara y me dijera: “Marcialito vete a la tienda de Carmen, tráeme azúcar y dile que me lo apunte. En otras ocasiones nos mandaban a casa de María La Blanca a traerle un cartón de Huevos”. Obedecíamos sin más.

En los recuerdos de mi infancia están muy presentes las conserveras. Mi padre trabajaba en Garavilla. Recuerdo el sonido de la sirena a mediodía y acto seguido un río de gente subía para ir a sus casas a comer. Lo veía como un espectáculo desde mi terraza.

En aquél entonces no había colegio en Altavista, los niños eran desplazados en guagua hasta La Marina. Durante una temporada la escuela del barrio estaba en el almacén de la casa de mi madre. A mí me llamaba la atención ver a todos aquellos niños pero nunca quería entrar. Las primeras semanas sólo iba a jugar con ellos a la hora del recreo. Un día mi amigo Juan Pablo me convenció para que me quedara y así fueron mis inicios en el colegio.

Unos años después se construyó el colegio de Los Geranios y nos trasladamos allí. El horario de clase era mañana y tarde.

Cuando salíamos de clase, nos reuníamos todos los niños del barrio: Juan Pablo, Pedrín, Ignacio, Fernando, Manolo, Marcial (el de Carmen), Mamé, Tino, Carmelo, Alejandro, Cuco y Falo. Nos entreteníamos jugando al boliche, al trompo, la Tángara, el Teje, Titiriboya, la róndola, a los caballos, al aro y un sinfín de juegos.
Recuerdo especialmente que jugábamos al fútbol en los llanos, que primero limpiábamos de piedras para poder jugar. Unas veces en Altavista y otras en el Barrio Chino o la Hoya La Perra…..con Vicentito, Guti, Javier, Gregorio, Ricardo, Tito, Luis Miguel, Fernando y otros muchos….

Poco a poco, algunos de esos juegos se convirtieron en afición y empecé a formar parte del Altavista Club de Fútbol. Todos los niños del barrio se iniciaban en nuestro equipo. Tenía una muy buena cantera, y muchos terminaban jugando en la Unión Deportiva Lanzarote. Allí estaban ya mis hermanos Manolo y Román. Gracias a los presidentes, directivos, entrenadores y jugadores más veteranos, además de aprender a jugar, nos enseñaron lo que significa un equipo, compañerismo, disciplina y respeto. Actualmente seguimos teniendo un gran equipo, que entrenan en un campo de césped artificial, no como en mis comienzos.

En aquella época, los coches no tenían cinturones ni aerbag. Recuerdo cuando íbamos a jugar al fútbol a los campos…en el coche de José Antonio Socas. Cabíamos apretujados, casi todo el equipo. Nadie nos multó nunca. Era lo habitual. Un día el coche se paró en Famara, y nos costó mucho arreglarlo; cuando llegamos al campo, el partido ya se había disputado.

También hice carrera deportiva en el Balonmano: El Torrelavega fue mi equipo. Llegamos a primera división y jugamos varias temporadas a nivel nacional.

En Altavista no sólo disfruté del deporte y de los amigos: las fiestas, como las que hoy estamos abriendo, también fueron muy importantes. Cuando se acercaban estas fechas, todos los vecinos colaboraban haciendo banderitas para engalanar el barrio. El inicio se daba con un pasacalles de gigantes y cabezudos, con voladores y tracas a lo largo del día.

Las primeras fiestas del barrio que yo conocí eran en Altavista Baja, frente a casa de Faustino, y al lado de la antigua iglesia. Luego se trasladaron a la calle Méndez y Pelayo, frente al cine Toledo, en el parque, y por último en la sociedad.

Sociedad levantada con el esfuerzo de nuestros vecinos al igual que nuestra iglesia.

Siempre había un programa de fiestas variado. La iglesia se encargaba de organizar los juegos infantiles y la excursión del barrio, muy solicitada por los vecinos de la época, ya que muchos no tenían coche y era una manera de visitar la isla.
El Altavista Club de Fútbol organizaba los torneos de mesa y deportivos.
La Comisión de fiestas organizaba otros eventos como las verbenas de Altavista, que eran muy famosas en Arrecife. Allí cantaban las orquestas de moda como Los Jarvac, Voces nuevas y Guatatiboa, aunque por desgracia siempre terminaban por pleitos entre borrachos.

El día 24 de Octubre, San Antonio María Claret, era un día especial. Se sacaba al Santo en procesión y lo acompañaba la banda de música del cuartel.
Yo era uno de los monaguillos de la iglesia, junto a Benjamín, Jesús María y Manolito (que en paz descanse). Nos encantaba preparar la misa y ayudar a Don Vidal (El cura).

Como anécdota, les puedo contar que era tal nuestra implicación, que Benjamín y yo, quedábamos para dar misas. Las feligresas eran Cristy (la hermana de Benjamín) y mi hermana Anabel. Las teníamos media hora escuchando nuestra misa, y después las inflábamos de galletas, imitando las hostias.

Unos años después llegó Don Antonio Quintana, hoy en día escritor y periodista, que presentará su libro próximamente en esta Sociedad.

Aquí se celebraba todo con alegría: La Navidad, Los Carnavales, la llegada del verano…

En Navidad, por ejemplo, se hacía un portal viviente en el que participábamos todos los chicos del barrio. Se pedían los animales prestados a los vecinos y nos quedaba un espectáculo muy bonito. Con el paso de los años, ya no había animales en las casas, así que a los niños más pequeños los disfrazábamos de ovejita. Todavía me parece escuchar a Francis Medina vestido de ovejita y balando toda la noche.

El día de Los Reyes Magos se vivía con entusiasmo. Salíamos todos los niños a la calle para enseñarnos unos a otros los regalos recibidos. Nos poníamos todo al mismo tiempo. Es decir, la ropa de fútbol y encima las cartucheras con dos pistolas, sombrero y placa de sheriff. Y así pasábamos todo el día jugando.

Los Carnavales también fueron unas fiestas sonadas. En Altavista eran de casa en casa. La gente se revestía con ropas y trapos viejos y les tocaba en la puerta a los vecinos para reírse un rato. En este tema mis vecinas Brígida, Teresa y Carmen, eran unas expertas. Quedaban irreconocibles. Tocaban en la puerta de mi casa y cuando mi madre abría, mi hermana Anabel y yo salíamos envolados del miedo que nos daba. Este Carnaval sano de antaño se ha perdido completamente.

Y entre celebraciones y tiempos felices, ¿Cómo no recordar el verano?….En esa época calurosa, todos los chicos y chicas de Altavista nos íbamos a la playa de la Arena. Previamente pasábamos por el muelle y pedíamos una bolsa de sardinas a alguno de los barcos pesqueros, que la llenaban hasta arriba. Disfrutábamos la tarde en aquella maravillosa playa y luego hacíamos un asadero.

También era fecha señalada el día de San Juan. Un mes antes, íbamos con una carretilla por las casas de los vecinos, pidiendo las maderas, enseres, muebles viejos y rotos. Todo lo amontonábamos para luego hacer una gran hoguera, donde todos los vecinos se acercaban a verla. Unos la saltaban y otros asaban piñas y papas cuando las brasas lo permitían. Al día siguiente íbamos a la playa y era tradición comernos una buena sandía.

Altavista, barrio de mar y campo, también fue incorporando novedades. Un acontecimiento que recuerdo fue cuando Don Luciano inauguró el cine Toledo. Fue una gran ventaja porque ya no teníamos que cruzar esos caminos, que nos parecían tan largos, para llegar a Arrecife al cine. Lo vivíamos con tanta intensidad que los domingos, cuando salíamos del cine, si la película era del oeste, quedábamos pegando tiros en el parque, y si era de kárate, dábamos patadas.
En aquellos años, lo más habitual era que nos claváramos una tacha en el pie o nos hicieran una jeta en la cabeza.

Luego nuestros padres nos llevaban a que nos curara mi tío Román El Practicante.

En mi barrio aprendí muchas cosas, me rodeé siempre de buenos amigos y comencé, desde muy temprano, el que es sin duda, uno de los caminos más apasionantes de mi vida: el camino de la música.

Recuerdo a Don Octavio Cancio, un profesor que en los recreos nos hablaba de acordes, melodías, ritmo, sobre cuerdas de guitarra.… Una de las cosas que nos enseñó, fue una técnica suya para practicar cuando no teníamos instrumento. Se trataba de un folio doblado 3 veces y así practicábamos el rajeo del timple. Luego en casa practicaba con mi padre. (MUESTRA)

Cuando tenía 12 años formamos una parranda con mi grupo de amigos y con sólo tres canciones nos atrevimos a participar en la Romería de San Ginés, en Arrecife. Íbamos todo el tiempo cantando Sorondongo, polka y Campesina desde los Betancores hasta la boca del muelle. Repetimos
200 veces porque no sabíamos tocar nada más. Aquella experiencia sirvió para que crecieran nuestras ganas de aprender.

Para poder comprar los instrumentos y la vestimenta, tocábamos en el Bar de Pablo y luego pasábamos el sombrero. También hacíamos lo mismo tocando por las calles de Fariones. Nos llevaban Alejandro y el padre de Vicentito en su coche.

Así con muchas ganas e ilusión formamos la Rondalla de Altavista, Padre María Claret, dirigida por Rodrigo Díaz y mi padre Pablo De León. Se empezó ensayando en casa de Juan José Nieves y Juana Delgado, los padres de Benjamín y Cristy. Luego se hizo la Sociedad y nos trasladamos.

Con la ayuda de los padres que tenían coche, nos llevaban a cantar a las fiestas de los pueblos de la isla.

Primero solo teníamos grupo de tocadores y luego se incorporó el baile, dirigido por Paco Barreto. El grupo provenía de uno que aprendía baile folclórico en el colegio Adolfo Tophan.

Con nuestros bailadores al frente se creó una escuela de folclore. Raro es el chico de Altavista de la época que no pasara por ella para aprender.

Con los años dejamos la sociedad y cambiamos de nombre. La Rondalla pasó a llamarse Chimisay. Vinieron muchas actuaciones, algunos viajes, pero sobretodo nos quedó el orgullo por la capacidad que tuvimos de formar algo tan bonito. Está visto que el refrán “si quieres puedes”, es acertado. De Chimisay guardo muchos recuerdos, experiencias, anécdotas y sobre todo muchos amigos.

El folclore siempre ha formado parte de mi vida, cuando tenía 20 años empecé a ensayar con el grupo Los Campesinos, con el cual me identifiqué durante 28 años. Tras muchas actuaciones insulares, regionales e internacionales, grabaciones de discos y grandes espectáculos, hace tres años decidí incorporarme a mi grupo actual “Coros y Danzas Arrecife”. Una agrupación de la cual también formó parte mi padre y que este año celebra sus 60 años de historia. Una de las más antiguas de Canarias, que ha paseado nuestro folclore de Lanzarote por el mundo entero.

Otra de las cosas de las que me siento orgulloso, es de formar parte del Rancho de Pascuas Archinech de Tinajo. El Gobierno de Canarias otorgó la medalla de Oro a los Ranchos de Ánimas y Pascuas por el papel primordial que han jugado en la historia de Canarias y que fueron introducidos en las islas a partir del siglo XV.

A lo largo de mi trayectoria he conocido a grandes músicos y cantadores, gente muy buena y humilde. Muchos de ellos convertidos en amigos, unos me siguen acompañando y otros tristemente ya no están.

En definitiva, el barrio de mi niñez ha crecido mucho. En Altavista, las llanuras se han llenado de casas, y a su vez de nuevos vecinos. Grandes supermercados, comercios, banco, gimnasio, piscina, cancha deportiva…Un ambulatorio quizás, nos vendría muy bien…..y que el barrio siga evolucionando y cosechando grandes logros. Hasta la esperanza de vida ha aumentado, mis vecinas Margarita Barrera de 104 años, Teresa Méndez, cerca de 100 o mi madre, con 90 años, dan fe de ello.

Muchísimas gracias a todos por su presencia, reitero mi agradecimiento por pensar en mí para abrir las fiestas de nuestro barrio. Una mención especial a mis hijas Alexia y Amelí, que comparten conmigo la pasión por la música. Y a mi mujer, Macu, a la que admiro y es maravillosa.

Ha sido un placer contarles mis vivencias en nuestro barrio de Altavista y muy orgulloso por haber nacido aquí.

Disfruten del programa de actividades previsto.
Viva Altavista y viva San Antonio María Claret.
Me despido cantándoles unas folías hechas para la ocasión. Me acompaña a la guitarra, mi amigo Gregorio González. Nos iniciamos a la vez en el folclore y hace como 30 años que no tocamos juntos y es un placer para mí.

Buenas noches y mucha salud para todos.

En mi barrio de Altavista
En el que doy el pregón,
yo les canto a mis vecinos
viva nuestro santo patrón.

Cuando canto en este sitio
yo me lleno de emoción,
me acuerdo de un gran maestro
mi padre Pablo De León.

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