Pregón de San José Obrero (Titerroy) 2019

Por Isaías González Rijo

 

 

 

 

Dignísimas autoridades, queridos convecinos, familiares y amigos:

Buenas noches y sean todos bienvenidos.

En primer lugar y ante todo, quiero agradecerles su presencia en este acto, que supone el inicio de las Fiestas de San José Obrero 2019 y en segundo lugar, pero no menos importante, gracias por la confianza depositada en mi persona, por parte de la Asociación de Vecinos de Titerroy, para ser el pregonero de sus fiestas.

Para mí, es todo un placer, pero sobre todo un gran honor pasar a formar parte, desde hoy, de la historia de este barrio y sus fiestas patronales.

Afrontar esta tarea supone para cualquiera una responsabilidad muy grande, pero especialmente lo es para mí, por mi arraigo personal y familiar con este barrio, sus calles y su gente.

Compartir con ustedes y hacerles partícipes de mis vivencias y mi historia personal, con este barrio tan hermoso y querido por mí, no es tarea fácil. Lo hago con sumo placer, bajo el convencimiento de que parte de mi historia es también parte de la de todos ustedes.

Nací en la calle Burgos, en el conocido como Grupo Juan Sarazá Ortiz, también denominado como “las casas nuevas”.

Mi padre, al que le debo el nombre Isaías, fue un costero reconvertido a electricista y un gran padre hasta el final de sus días. Mi madre, Manuela Rijo, presente en este acto, hermana de Carmita, Pepe y Bielona Rijo, vecinos también de este barrio. A ambos les debo quién soy y el hombre en el que me he convertido, orgulloso hoy y siempre de mis raíces, tan relacionadas con estas calles.

Como escucharán a lo largo de mi intervención, mi vida en Titerroy ha estado ligada directamente a la figura de la mujer… de las mujeres.

Se preguntarán el por qué de esta afirmación. La respuesta es muy sencilla: porque creo con gran determinación que las mujeres han sido una parte vital en el desarrollo de nuestra vecindad, en su pasado, en su presente y lo seguirán siendo en el futuro… pero también en nuestra sociedad en general. Enseguida lo entenderán mejor.

¿Cómo no van a tener importancia las mujeres en mi vida, si la mayoría de mis recuerdos están ligados directamente a ellas?.

Por las mañanas me despertaba un sonido agradable que provenía del interior de la casa de Pepa. Ese despertar era música para mis oídos y nunca mejor dicho, porque era Braulio de León tocando las teclas de su viejo piano.

Flora, la abuela de Jacobo Lemes, le decía a mi madre a voz en grito desde su balcón:”tapa a ese niño Mela, que se va a poner enfermo”.

Recuerdo que Saro siempre estaba limpiando su casa y la acera de su frontis. Carmela, la pobre, en eterna vigilia en la ventana esperando la llegada de Santiago.

Cuando quería comprar unos chicles Bazoka, corría hacia la dulcería de Margarita.

Cada quince días recorría, no sin cierto disgusto, el camino desde mi casa hacia la de Rafaela, la practicante. Sus inyecciones eran para mi tratamiento contra el asma.

Cuando mi padre me mandaba a buscar cigarros, (esos Eufeniano Fuentes blanco con filtro, como decía él) aunque la tienda era de Andrés, siempre estaba al mando la entrañable Olimpia.

En la escuela, mi querida y recordada profesora era María Teresa y la directora del Colegio Sanjurjo Maneje, actual Colegio Titerroy, era la entrañable y respetada Doña Emilia.

En mis recuerdos también están Mari Cruz, Pepa, Frasca, Dulce (la hija de Nievita), Mari Nieves la peluquera, Charo la de la frutería, Maruja, Ana y su hija Mari, Solita y como no recordar a Toña, quien estuvo muchos años al frente de la Asociación de Vecinos.

Todas ellas han formado o forman parte del grupo de mujeres que ha desarrollado e instaurado a lo largo de los años, el espíritu matriarcal de Titerroy.

Mujeres trabajadoras, madres, empresarias, emprendedoras infatigables y a las que hoy he querido hacerles un merecido homenaje, incluyéndolas en este pregón.

En mi época de adolescente fui unos de los creadores del nombre “La Patente”, donde Pipe, su hermano Mon, los hijos de Marisol y Serapio, Fae el de Lela y Marci, el único hijo varón de Kika, y yo nos reuníamos todas las tardes para hablar de todo un poco.

Los jueves y sábados los dedicábamos a ir al Torrelavega, único lugar donde podíamos bailar y divertirnos, pero sobre todo ligar. En realidad nunca fui muy ligón y al ser uno de los más jóvenes del grupo, me sentí siempre muy arropado por ellos.

Aunque la Plaza estaba cerca, nunca nos sentimos identificados con los que solían reunirse allí. Tampoco formaba parte de nuestro recorrido para divertirnos el Parque de Los Pinos. Ambos espacios nos parecía muy lejanos para nosotros, no nos sentíamos parte de ellos y, salvo cuando iba de camino al colegio, no solía pasar por allí.

Cuando me fui voluntario al cuartel, para hacer el servicio militar por la Cruz Roja, el grupo se fue distanciando y ya no era lo mismo. Ni yo tampoco.

Aquel muchacho a quien Fae le puso el apodo de «El Lumbreras», porque se supone lo sabía todo, o eso creía yo, creció, maduró y todo cambió. Aunque sí es cierto, y de esto puedo presumir, que en el colegio tenía fama de empollón.

Titerroy ha sido cuna también de grandes deportistas y en algunos casos campeones de España en distintas disciplinas.

Maciot, David Martín, Jonathan Torres, David de la Hoz y como no, mi hermano Rafa, que de pequeño jugaba en el Lomo.

Mi padre, al contrario de mis tíos José Luis Reyes y Goro, directivos ambos del Santa Coloma, lo llevó a entrenar a la ribera de El Charco y en poco tiempo se convirtió en jugador de la UD Lanzarote y llegó a jugar en 2ª División B.

Ahora que les hablo de deporte y deportistas, debo hacer referencia y con letras mayúsculas al San José Obrero, una gran familia con el balonmano como bandera, que ha presumido y lucido con orgullo el nombre de nuestro barrio por las mejores canchas deportivas de nuestro país.

En este club jugó mi hermana María José, Taté para sus amigas y compañeras. No puedo evitar emocionarme al recordar mi infancia unida a la de mi hermana, cómplice de alguna que otra gamberrada propia de niños… como cuando le pedimos a mi madre una peseta para ir a ver “Chopito y Chaporro” por las fiestas del barrio, pensando que se cobraba entradas, cuando en realidad era para la venta de rifas.

Los domingos íbamos al cine Hollywood a ver las películas de la época y para nosotros era un gran acontecimiento poder ir al cine. Cómo olvidar los bailes que nos marcábamos en la azotea de casa de mis padres, parodiando a Olivia Newton John y John Travolta en la película «Grease», junta a mi vecina y gran amiga de mi hermana Dunia Arrocha.

Me van a perdonar que en este momento del pregón haga un pequeño paréntesis para hablar de Dunia. La recuerdo en la escuela como una chica extrovertida y jovial.

No se me olvidará cuando participó en un concurso de narrativa poética de Radio Lanzarote y ganó. ¡Qué orgullosos nos sentimos en aquel entonces!. Cómo evitar mencionarla en mi pregón, si además de ser vecina, es autora de “Los espacios que ocupo”, un libro donde su pluma se transforma en palabras con enorme sensibilidad, en las que refleja su gran corazón y bondad, como cualidades claves de su gran personalidad.

He tenido siempre grandes inquietudes culturales y las he plasmado con mi participación en concursos de dibujo, en la presentación de galas infantiles de play back y en otras tantas actividades… pero uno de los proyectos de ámbito cultural por el que me siento más orgulloso es la creación en 1999 de la Asociación Cultural Titerroy Vive.

Todos los que formamos parte de esta apuesta por la cultura en el barrio pudimos celebrar en la Plaza Pio XII actividades como la recordada exposición de fotografía, pinturas y cerámicas de Matías Cabrera, hijo de Román Cabrera y Lolina Curbelo, torneos de ajedrez y hasta la actuación de un cantautor que amenizó el último día de dicha exposición.

¿Saben algo?… todos los participantes en estas actividades eran vecinas y vecinos del barrio y todos nos sorprendíamos siempre por la gran valía artística de los vecinos de Titerroy.

En este sentido, voy a ponerles un ejemplo relacionado con mi familia. Hace más de veinte años, mi otra hermana, María de los Ángeles, Nane , formó junto a tres amigas el primer grupo de rock femenino de Canarias. Un ejemplo de que en nuestro barrio la música y los músicos han sido parte fundamental del desarrollo cultural del mismo y, en consecuencia, de la ciudad de Arrecife.

En esa época conocí a un joven cantante, publicista, presentador de TV, locutor de radio… en definitiva un hombre del Renacimiento y un hombre orquesta con un desparpajo encantador y un enorme talento. Lamentablemente nos dejó hace poco y sirvan estas palabras para rendirle mi más humilde homenaje al querido y respetado Jesús Santana… un claro exponente de la valiosísima contribución de nuestros vecinos a la vida cultural de nuestro barrio y nuestra ciudad. Querido Santana, allá donde estés, espero que sigas creando y entreteniendo, tus dos grandes pasiones.

No puedo dejar atrás en este repaso a mis recuerdos, ahora que les hablo de la relación de Titerroy con la música, de otro de los proyectos de los que puedo sentirme más orgulloso de fundar y formar parte de él.

Tras muchos años llenos de intentos y gracias al esfuerzo de un grupo de amigos y compañeros, se consiguió sacar adelante la Murga los Titi Roys.

Han conseguido labrarse un nombre propio en nuestros carnavales y su trabajo ha sido recompensado con varios premios en el concurso de murgas. Lamentablemente este año no han podido prepararse para salir a la calle y formar parte del Carnaval, lo que supone para mí una enorme pena y para el Carnaval una gran pérdida.

Sólo espero que sea un pequeño alto en su camino, para coger más fuerza para el próximo año. Me gustaría, y estoy convencido de que todos los presentes esta noche aquí comparten este deseo, volver a escucharlos y verlos pronto sobre los escenarios y en las calles.

Ellos necesitan sentir el apoyo de la vecindad y debemos dárselo, para que ese colectivo formado por gente maravillosa no se diluya.

Los jóvenes de nuestro barrio se pueden sentir desplazados por falta de motivación, de lugares o locales de encuentro, por no ser escuchados por nuestros gobernantes o por nosotros mismos.

Un claro ejemplo es el del Tite, un club de fútbol cuyos integrantes tienen que desplazarse hasta Argana Alta para entrenar, en unas instalaciones con un césped que no presenta las mejores condiciones para realizar los entrenamientos y que condiciona la propia seguridad de los deportistas.

No podemos olvidar sus problemas con el alumbrado, las quejas que reflejan en redes sociales prácticamente a diario al no entender la desidia con la que se tratan sus denuncias.

Sirva la Casa de la Juventud, donde trabaja mi hermano menor Francisco, como otro claro ejemplo. Es un edificio con falta de funcionalidad y unos criterios de gestión nefastos a la hora de dar salida a las inquietudes de nuestros jóvenes.

Permítanme insistir en que con este panorama sólo podemos luchar y esforzarnos para que las cosas se pueden hacer de otra forma, en beneficio del barrio y sus vecinos.

Titerroy no es ajeno tampoco al envejecimiento de sus infraestructuras. Nuestros mayores pasean por un barrio con un alumbrado escaso, ineficaz o inexistente y con pasos de peatones con poca visibilidad, con el peligro que ello conlleva.

Y ya que hablo de nuestros vecinos mayores, tengo que hacer hincapié en la inexistencia de una programación de actividades destinadas especialmente a ellos. Tampoco cuentan con un local social donde poder reunirse.

El Alzheimer, la demencia u otras enfermedades, la disminución de sus capacidades físicas o motoras o la soledad son motivos suficientes para, entre todos, aunemos esfuerzos y luchemos para conseguir un mejor bienestar para ellos.

Todo esto me llega al alma y lo vivo de manera muy cercana con mi madre, el ser más maravilloso del mundo, la luz que me ha alumbrado en cada momento de mi vida.
Su mente le está jugando una mala pasada y seguro que mañana no se acordará del pregón de su hijo.

También me acuerdo de María, Nievita…y alguna o alguno de nuestros vecinos que han atravesado, atraviesan o atravesarán por el mismo trance.

No podemos abandonar a nuestros mayores. Aprovecho esta oportunidad para solicitar una mayor voluntad desde lo político hacia lo social, para que estas personas tengan una vida digna.

Nuestros mayores merecen nuestro respeto y lo mejor que cada uno de nosotros pueda aportar. No podemos olvidar que son el ejemplo del buen hacer y el espejo en el que nos miraremos en el futuro.

¡Cuántas calles han sido y son barridas a diario por ellas o ellos! Sirva como ejemplo que la Iglesia no podría estar tan limpia si no estuviera en sus manos.

Nuestras excursiones serían muy aburridas si no compartieran con nosotros sus historias o vivencias.

En definitiva, nuestros mayores son el mejor legado que podemos dejar para las generaciones futuras y para esta sociedad.

Pero no todo es malo o negativo en nuestro barrio. Insisto en la calidad humana de su gente, sus valores y sus ganas de superarse y mejorar día a día, sobre todo, con la ayuda de nuestras madres, de cada una de esas mujeres que están hoy aquí, que representan el pasado, presente y futuro de Titerroy.

A cada una de ustedes me gustaría darles las gracias, hoy y eternamente.

Son ustedes las protagonistas y las verdaderas pregoneras de las Fiestas de San José Obrero.

Muchas gracias, buenas noches y Viva San José Obrero.»

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