Pregón de San Antonio Mª Claret (Altavista) 2023

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POR ANTONIO QUINTANA

 
“Queridos hermanos y hermanas de Altavista”, eso es lo primero que me salió al empezar a escribir este pregón. Evidentemente eso me salió del alma, no en vano desde que vine al barrio como párroco me he sentido vinculado a este núcleo nuevo y grande de Arrecife, donde viví y me volqué en las actividades pastorales y ciudadanas desde 1983 a 1987, de la que comentaré algo después. Mi vocación es sentir y trabajar la fraternidad allí donde esté. De suyo desde 1983 también pertenezco al movimiento obrero cristiano Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), y 40 años después acabo de escribir la biografía “Pepe Suárez, soñador y constructor de fraternidad”. Creo que eso es a lo que deberíamos ser llamados y llamadas a trabajar.

Tras esta entradilla, antes que nada, buenas noches a quienes han querido acompañarnos en este arranque de las fiestas populares de San Antonio María Claret. Es un día de celebración múltiple porque en este año 2023 confluyen diversas efemérides: el 150 años del paso misionero del patrón por Canarias y del inicio del jubileo claretiano; un poco más de medio siglo de la creación de la parroquia; 45 años de la constitución de la Asociación de Vecinos Padre Claret, 40 años de mi nombramiento de párroco del barrio y, sobre todo, porque hace unos 70 años que nació Altavista con gente venida de Haría, de la Vueltarriba. Y mira por dónde también hace poco cumplí 70 años. Así que hemos nacido a la par y el destino humano y divino nos ha unido. Evidentemente, es para celebrarlo por todo lo alto y mucho más tras tres años sin tener las fiestas populares en el barrio por la pandemia, entre otras razones.

Así que gracias a la Asociación de Vecinos Padre Claret por invitarme a ser el pregonero, ya que, además, resulta que mi santo es san Antonio María Claret, aunque poca gente lo sabe. Y mira que es un santo importante para la Diócesis de Canarias, porque es su copatrón junto a la Virgen del Pino. Nació en 1803, hace 220 años, en la localidad barcelonesa de Sallent de Llobregat. Ayer por la tarde proyectaron la película “Esclavos y reyes”, la historia del patrón de Altavista, y seguro que les ha conmovido a quienes la han visto.

Aprovecho para recordar algunos de sus datos: de joven trabajó en un taller de textil. Fue un religioso español, misionero apostólico en Cataluña y Canarias (1840-1850), arzobispo de Santiago de Cuba (1850-1859), donde atendió a las personas negras más pobres, luchó contra el racismo y denunció los excesos de los patrones publicando la Ley de Indias, para evitar abusos. Fue escritor, editor y una de las personas más brillantes del siglo XIX. También fue confesor de la reina Isabel II de España (1857-1869); además de fundador de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (1849) y de la Congregación de las Religiosas de María Inmaculada Misioneras Claretianas (1855). Murió el 24 de octubre de 1870 en el exilio en la abadía cisterciense de Fontfroide (Francia).

Se trasladó con el hermano del obispo, Salvador Codina, capuchino exclaustrado, a Lanzarote, a donde llegaron el 18 de abril de 1849. Predicó en Teguise y Arrecife.  De Arrecife partió en barco a Tarragona, a donde llegó el 11 de mayo. Más tarde fue arzobispo de Santiago de Cuba desde 1851 hasta 1957. Así que un catalán, tras serlo en Barcelona vino de misionero temporal a Gran Canaria y a Lanzarote, fue arzobispo de Cuba y murió exiliado en Francia. Todo un misionero itinerante o un migrante misionero tenemos como patrón.

En 1847, en medio de la Segunda Guerra Carlista, Claret no podía darse a las misiones como antes.  Fue enviado por su vicario capitular a Canarias, a petición del obispo recién nombrado Buenaventura Codina. El 14 de marzo llegaron a Las Palmas de Gran Canaria. Estuvo también en otros 14 municipios de Gran Canaria. Los canarios y canarias le dieron el cariñoso sobrenombre del Padrito.  Cuando terminó su trabajo apostólico en Gran Canaria, el obispo Codina ordenó que se erigiese en todas las parroquias de la diócesis una Cofradía del Inmaculado Corazón de María.

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Personas migrantes:

Y nosotros y nosotras, ¿quiénes somos? ¿De dónde venimos la mayoría? Evidentemente muchas personas de las que nos acompañan han nacido en este barrio de arrecifeño de Altavista como los dos últimos pregoneros Marcial de León García y Mingo Cedrés Dorta, pero cuáles son nuestros orígenes, nuestra anterior generación. Me acordé de uno de los primeros y principales credos del pueblo israelita, que dice así:

Y responderás y dirás delante del Señor tu Dios: “Mi padre fue un arameo errante y descendió a Egipto y residió allí, siendo pocos en número; pero allí llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa” (Deuteronomio 26,5).

A estas alturas de la vida sabemos que quienes primero habitaron este barrio proceden de pueblos de Haría, de suyo su primer nombre era “el barrio de los harianos, o jarianos”. Y de esto ya hace unos 70 años, prácticamente el otro día. Se fueron añadiendo familias de los otros pueblos lanzaroteños de San Bartolomé, Guatiza, Teguise, Tinajo, Tías, Yaiza y de La Graciosa. Y, después, de Fuerteventura, de Gran Canaria y de la Península. Y en los últimos años de África y, sobre todo, de América Latina. Incluso entre las personas empadronadas en nuestro barrio de Arrecife hay de Asia y Oceanía. Así se recoge en el título del libro “Altavista, un barrio cosmopolita”. En su portada de 2017 está la foto familiar del 104 aniversario de una de las primeras habitantes, Margarita Barrera, de la Cruz de Haría. 

 Además de que buena parte del profesorado ha procedido de Gran Canaria, sabemos que el primer párroco, Diego Monzón, también lo era, quien con Agustín Álamo logró que la catalana Librada Díaz cediera los terrenos en los que se han construido la primera y la segunda iglesia y el local social. También ella cedió o vendió solares a vecinos y vecinas. El primer alcalde pedaneo y presidente de la primera comisión de fiestas de Altavista de 1972, fue Faustino Romero, de Albacete, que llegó a Altavista después de pasar por Badajoz y Valencia, según mis datos. Por nombrar algunas pocas personas significativas de nuestra historia, cito al primer sacristán, Ambrosio Delgado de Guatiza, al primer presidente de vecinos, Fernando Pérez, de San Bartolomé, que hizo un buen dúo con Pedro Méndez, natural de Haría, a la coordinadora de Catequesis, Victoria Nieves, de Maciot, al segundo párroco, Vidal Rodríguez, de Salamanca, al siempre animador de fiestas, el locutor Francisco José Navarro, de San Bartolomé, y al músico Rodrigo Díaz, de Cádiz.

Por mencionar a algunas personas más que han animado y se han comprometido con Altavista, están el director del CEIP de Altavista, Jesús Toledano, de Córdoba, que destacaba en la entrevista que cierra el libro del barrio “Altavista es un barrio multicultural”; los curas Francisco Suárez, de Gran Canaria, Agapito Martín, de Córdoba, Antonio Parrilla, de Tinajo, Juan Antonio Gallego, de Toledo, las  monjas dominicas de la Península, primeras párrocas de nuestra iglesia, durante más de veinte años, la coordinadora de Cáritas, la argentina Graciela Villalba, Estrella Machín, de Fuerteventura, Nicanor Bermúdez, de La Graciosa y, por señalar a una última persona,  aquí vive nuestra entregada presidenta vecinal Mary Carmen Santacruz, nacida en La Isleta de Gran Canaria, siendo su padre de Tenerife y su madre de Maguez.

En el libro pueden encontrar los nombres de las 543 personas que participaron en las construcciones de las iglesias y de la Sociedad, la mayoría naturales de fuera de Altavista. Y a mí me tocó formar parte de los inmigrantes del barrio. Aquí estuve como párroco y como socio de la Sociedad cuatro años, incluso llegué a formar parte en 1986 de una candidatura para dirigir la Asociación de Vecinos, que encabezaba Salvador Tejera, perdiendo por cuatro votos, ganando Maximino Torres. Ambos querían lo mejor.

Qué decir de mi paso por Altavista. Bueno, antes de llegar aquí estuve en Tejeda, Artenara, los pueblos de Calderín y el Pajar de Arguinequín, ambos de San Bartolomé de Tirajana, Las Palmas de Gran Canaria, Salamanca, Zaragoza, Madrid y San Sebastián. Todo un permanente migrante, hasta que me casé en 1988. Mi abuelo estuvo en Cuba y las personas que han atendido a mi padre y a mi madre, como lo hacen con otras tantas familias canarias, han sido de Cuba, Nicaragua, Venezuela y Colombia. Y tengo una hija viviendo en la ciudad mexicana de Acapulco. Así que quien más quien menos hemos sido personas itinerantes por la búsqueda de trabajo para una mejor vida -los movimientos internos en Lanzarote se produjeron por la crisis agrícola y por la búsqueda de trabajos en la pesca, la factoría o el turismo-, para estudiar o por amor. De todo ha habido en la viña del Señor.

Permítanme que comparta una reflexión del teólogo y biblista Juan Barreto, que también nació en Haría y que las expresé, en mayo pasado, en la presentación del último libro “Pepe Suárez, soñador y constructor de fraternidad”. Creo que viene a pelo sobre lo que estoy hablando. Afirmaba: “No hay caridad que realmente no luche por la justicia. El papa en la Fratelli tutti, encíclica por la fraternidad y la amistad social, entronca con la idea de la revolución francesa, que habla de libertad, justicia y fraternidad. Creo que en ese sentido la fraternidad tendría que ser al principio. Yo cambiaría el orden, porque la fraternidad aboga a esa conciencia del ADN común, que somos personas todas iguales, porque venimos de un mismo principio, para el cristiano es el Espíritu de Dios, y vamos al mismo final. Somos hermanos realmente. Ese es el código genético compartido, que nos hace participar también de una misma finalidad, de una misma problemática; y, por eso, es la igualdad, que viene después como consecuencia necesaria; y luego la libertad. Hay que convenir que, sin esas premisas iniciales, fraternidad e igualdad, la libertad, si se entiende individual y egoísta, como parece que se interpreta, es un peligro. La libertad no es un bien individual solo, es un bien colectivo. La libertad, si se separa de la fraternidad y de la igualdad como pretexto para hacer lo que yo quiera, se puede convertir en un auténtico peligro. Es libertad mía si es del otro también. Es un bien común».

A lo que iba. Tras el traslado de Vidal Rodríguez a la basílica de Teror, me nombraron párroco de Altavista. Cuando llegué, en septiembre de 1983, con quien primero me encontré fue con el sacristán Ambrosio Delgado y con la feligresía que llenaba la pequeña iglesia los sábados y domingos.

Así que hace 40 años llegué a este barrio tras ser nombrado párroco de San Antonio María Claret por el obispo Ramón Echarren. En el barrio y en el resto de Arrecife estuve cuatro años intensos, tanto que me he sentido vinculado a la capital lanzaroteña como en ningún otro lugar. Entonces hice de todo. Además de animador de la comunidad creyente local, arciprestal e insular, fui profesor de Religión, capellán del Hospital Insular, coordinador de Cáritas y de la Escuela de Formación, director de la revista Rubicón, colaborador de las revistas Habrá más y Kiramoneiba (Amanecer), al frente de la que estaba nuestro querido Nolo Betancort. Fui guionista del programa Los cristianos a punto de Radio Insular, socio de la Sociedad y peón de la construcción de la nueva iglesia y casa parroquial. Hombres y mujeres colaboramos con las obras los fines de semanas. Las casas eran de autoconstrucción. No en vano la gente era trabajadora nata.

Entonces también la gente decía que “era un buen cura”, a lo que yo comentaba que eso lo comentaban porque “las misas eran breves”. Ya mi abuelo decía que en las iglesias era mejor mover corazones, que culos. Además, también me enamoré y me casé en Arrecife hace ya 35 años. Tan buena experiencia tuve aquí ha hecho que me sienta orgulloso de haber conocido y convivido con mucha gente, que ha dejado una buena huella en mi persona.             

Así lo he notado en las tres últimas décadas cada vez que me he encontrado con altavisteros y altivisteras cuando les he visitado. Esa buena sintonía la volví a experimentar cuando presenté en la Asociación de Vecinos mi libro El cielo en la tierra. Escritos sobre la identidad canaria, tras la introducción de Victoria Nieves, al reencontrarme con un centenar de personas que acudieron al, para mí, emotivo acto del 16 de junio de 2017. En aquella ocasión les animé a escribir la vida de Altavista, el barrio más joven de Arrecife, aprovechando que todavía vivía buena parte de los primeros habitantes. Afirmaba en aquella ocasión la importancia de conocer y valorar el patrimonio de Altavista, su capacidad para unirse y construir sus iglesias, su sociedad y la asociación de vecinos de Tinasoria. Estaba convencido de que son ejemplos de solidaridad y del buen hacer. En definitiva, porque la identidad del barrio merece darse a conocer a través de una publicación.                                                                     

La idea de escribir el segundo libro me surgió unos días antes, durante una noche mientras me quedaba cuidando a mis padres, que ya no eran autónomos, y después de experimentar las dificultades para recuperar revistas, diapositivas y fotos del tiempo que estuve de párroco y de otras etapas, cosa que me apenaba porque me hubiera ayudado a escribir mejor mi primer libro. Al final, después de pensarlo durante dos meses, asumí el reto de escribir la historia del barrio y la parroquia de Altavista.                                      
Así en este tiempo, y con motivo de las fiestas de San Antonio María Claret de 2018, colaboré con la presidenta de la Asociación de Vecinos, Mari Carmen Santa Cruz, y Benjamín Nieves en la primera exposición de más de un centenar de fotos, de la que se hizo eco el periódico La Provincia bajo el título Altavista muestra su historia, que tuvo una buena acogida. Ese segundo libro Altavista, un barrio cosmopilita pretendía contribuir en dar a conocer parte de la historia de esta localidad, que nació en los años 50 del pasado siglo con familias procedentes de la Vueltarriba, por lo que empezó a llamarse barrio de los Harianos, como ya comenté, y que se había convertido en unas de las zonas más pobladas y cosmopolitas de Arrecife. En esta publicación se pueden encontrar el papel relevante de la parroquia y de las asociaciones de vecinos Padre Claret y Tinasoria, todos los nombres de las personas que colaboraron en la construcción de sus sedes, la labor de la Asociación Amigos de la Tercera Edad y de otros colectivos empresariales y teatrales. También abordé la aportación de los presidentes vecinales, curas, monjas y pregoneros en el devenir de la zona; así como la llegada de inmigrantes, sobre todo africanos y latinoamericanos, que representan un cuarto de la población de Altavista.                                               

Pero no hay dos sin tres, el último reencuentro que tuve con gente del barrio y amistades fue en 2019, con la presentación del tercer libro, este colectivo, Cristian@s en la izquierda. 25 testimonios de compromisos sociopolíticos, llenándose una vez más este local. En esa ocasión participaron, además, Felipe Bermúdez, Águeda Vilavert y Mary Carmen Santacruz, y la animación de Antonio Corujo, cantautor y mi barbero. Les confieso que en mi vida me había planteado escribir libros, y van siete: tres propios, tres como coordinador y uno como coautor. Aun así al ver que en el programa presenta al pregonero como “el escritor don Antonio Quintana”, me quedé sorprendido. Es verdad que me pasaba lo mismo cuando decían que era cura o periodista, que no acababa de creérmelo. Cosas de la vida.                         

En la última fiesta en la que participé activamente fue en 1986, me fui en 1987. En aquel momento Francisco José Navarro Rodríguez me hizo una entrevista, de la que quiero rescatar una contestación mía sobre qué esperaba del barrio.  Animaba entonces a todos los colectivos existentes a coordinarse para que los siguientes fastos de 1987 fueran la fiesta de la unidad. Eso lo expresé en la Sociedad durante la entrevista que me hizo nuestro querido vecino y amigo Francisco José, también prologuista del libro “Altavista, un barrio cosmopolita”. Es hora de aprovechar mejor nuestros recursos y patrimonio, de compartirlos y ponerlos al servicio del barrio.

La unión hace la fuerza, aunque vivimos una etapa en la que el individualismo, “cada uno en su casa y Dios en la de todos”, reina más que en la de la comunitariedad y la colaboración.  Aun así sigue siendo necesaria la coordinación de todas las entidades del barrio y el apoyo vecinal para reclamar mejoras al Ayuntamiento, al Cabildo y a quién sea. Más apoyo económico y de recursos a los colectivos para mejorar la convivencia con encuentros interculturales, más zonas verdes, más limpieza, acabar con la nonata residencia de mayores o derribarla, entre otras cosas que ustedes saben que necesitan.

Estoy convencido de que si logramos esa unión y complicidad será un orgullo tanto para quienes viven aquí como para quienes les visitan. Antes de terminar y decir las últimas palabras, vamos a ver un vídeo sobre algunos momentos de nuestro barrio, que hizo conmigo mi hija Nerea. Creo que son recuerdos que nos animan a conocer y querer nuestra historia.

Pues, lo dicho gracias muchas a la Asociación de Vecinos Padre Claret por invitarme a realizar el primer pregón de mi vida. Me lo he tomado como un regalo. Espero que algo de lo dicho les haya ilustrado. Gracias por acogerme entre ustedes. Les llevo, más de lo que creen, en mi corazón. Les deseo que estas fiestas les sirvan para reencontrarse y para animarse a seguir bregando. No me queda más que desearles y proclamar “Felices fiestas patronales de San Antonio María Claret”. Enhorabuea y mil gracias a todas las personas que nos han acompañado. ¡Viva Altavista! Y que siga la música.

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