POR CARLOS MORALES DE QUINTANA
Nadie debe olvidar el lugar de donde procede.
He nacido conejero y he vivido mi infancia en Titerroy, como a casi todos nosotros, ha significado y llenado mi vida de sensaciones y experiencias, que me han formado y enriquecido como persona, creo además, que la infancia marca de una forma decisiva el camino por el que la vida nos conducirá.
Desde hace 12 años, vivo a más de 2.000 kilómetros de Titerroy, en Barcelona, hoy tengo el orgullo, honor y enorme placer de estar aquí esta noche como pregonero de estas Fiestas Patronales San José Obrero, Titerroy 2002, el bario donde me crié.
Me vienen a la mente recuerdos y vivencias de mi niñez, mi infancia y mi pubertad en las calles de Santa Coloma o Titerroy, como ustedes prefieran, que seguro marcaron y definieron mi personalidad para siempre.
En el año 1.967 mis padres compraron una casa en la calle Eugenio Rijo Rocha número 16, en lo que en aquel momento, era una zona en crecimiento, y una, de las pocas alternativas, para una pareja recién casada en el Arrecife de entonces. Se mudaron hacia aquel barrio, nuevo y tranquilo, de viviendas construidas bajo la tutela del Gobierno. Iniciaron una familia que creció con el barrio. Criaron a todos sus hijos, en un ambiente tranquilo y vecinal, en aquel lugar, «a las afueras de Arrecife».
Formaron una familia de cinco hijos; cuatro niños y una niña, a los que inculcaron el respeto por el prójimo, el vecino o el amigo, como una de sus máximas. Y con no pocos esfuerzos, sacaron adelante a todos sus hijos.
Yo, que soy el tercero de los cinco hermanos, me crié como casi todos los niños de Titerroy; entre el colegio, las partidas de boliche en el llano frente a casa, los carritos de cojinetes con los que disfrutábamos en la cuesta del fútbol, cuesta arriba, cuesta abajo sin parar. Las palomas, los «buchuos», el millo y los palomares en las azoteas.
Y como no, uno de los grandes días del barrio, el día de Reyes, de los que guardo un especial recuerdo, en el que todos los niños disfrutábamos con nuestros regalos, y las calles se poblaban de bicicletas, que al cabo del tiempo, con mayor o menor destreza, estaban pintadas de mil colores y adornadas de mil formas.
Recuerdo también, a la señora «Clementina», que venía con sus cajas de cartón, a cuestas desde la Villa, a traer al barrio mimos, mantecados y panitos de mami.
También, la tienda enfrente de casa, que primero fue de «María», luego de «Francisco y Juanita», y luego de «Lela», pero que siempre estuvo ahí para servir al vecindario, hasta que desapareció.
El instituto, «el de arriba», donde pasé una etapa tan importante para mi educación y que tantas amistades me dio.
Los inicios deportivos, probando suerte en todos los deportes que se practicaban en el «Poli», me atreví incluso con el baloncesto y el balonmano, de esa época recuerdo a Lorenzo Lemaur, siempre con su carpeta y rodeado de jóvenes, gestionando y organizando eventos deportivos, como las 24 horas de balonmano.
El deporte, tan importante para los jóvenes, nos enseña el sacrificio y el progreso, la deportividad y el espíritu de lucha, la tenacidad, y como no, aprender a asumir las derrotas con dignidad, y así poder aprender de ellas.
Valores, tan sumamente importante inculcarlos desde temprana edad, que creo, son el apoyo y el aliento en el camino por las diferentes etapas, no siempre fáciles, de nuestra vida. Desgraciadamente, oyen día la carencia de los mismos, sumerge a parte de la juventud en un mar de desidia, apatía, y desafío a todo lo establecido, como repulsa y como salida a los problemas cotidianos, en el peor de los casos cayendo en uno de las mayores lacras de nuestra sociedad, LA DROGA.
Titerroy y Lanzarote, han cambio mucho desde aquella mi infancia en aquel barrio donde todos los vecinos nos conocíamos, de puertas abiertas tranquilidad y seguridad, hoy, como en el resto del país, el progreso nos ha traído ventajas e inconvenientes.
Luchar por un futuro mejor, es responsabilidad de cada uno de nosotros, pero no cabe duda de que las herramientas necesarias para ello nos las proporcionan nuestras escuelas, nuestros centros deportivos, nuestros centros sociales, nuestras bibliotecas, en definitiva nuestra cultura y nuestro progreso.
A los políticos, les toca, la nada fácil tarea, de gestionar con avidez, constancia y decisión nuestro futuro, siempre con la vista puesta en el mañana, y no en el futuro inmediato, «hacer las cosas bien», con una visión lo suficientemente amplia y general de las cosas, que les permita solucionar por igual, los pequeños y los grandes problemas.
Probablemente, con mucho trabajo y con el esfuerzo de todos; Titerroy y Lanzarote serán capaces de asumir todos estos cambios y desafíos para seguir siendo lugares ideales para la convivencia.
Estoy seguro de que así será, los conejeros trabajaremos para ello.
Mi niñez ya pasó, hoy me preocupa más lo que será la infancia de mi querida y recién nacida Arrietta. Me gustaría en el futuro, poder compartir con ella recuerdos y momentos de lo vivido en Titerroy, y seguir presumiendo orgulloso siempre, de Lanzarote en todo el mundo.
Como ya saben, he tenido el honor, orgullo y felicidad que quiero compartir con todos ustedes, de que mi proyecto para el Islote de la Fermina fuera escogido por el jurado, como mejor propuesta para el futuro desarrollo de aquella zona de Arrecife. Sin duda es la mejor manera, y probablemente la única, en que puedo colaborar y hasta intentar devolver a la ciudad lo que esta me dio. Pueden imaginar cuan feliz estoy de poder aportar mi granito de arena, a la ciudad. Pondremos todo el amor y cuidado en el desarrollo de la labor. Hoy afortunadamente puedo realizar trabajos en muchos sitios, pero seguramente ninguno me dará tanta satisfacción como cualquier pequeña cosa que pueda hacer por mi tierra.
Todos ustedes son testigos del desarrollo al que Arrecife, como ciudad, se ha visto sometido en los últimos años, el crecimiento, a veces descontrolado, nos ha dado como resultado una ciudad desmembrada y heterogéneo, que ha ido absorbiendo los núcleos de barriadas como Titerroy sin excesiva planificación ni infraestructuras suficientes. Pero hoy no quiero aburrirles con mi visión de arquitecto de lo que podría ser la ciudad, eso lo dejaremos para otra ocasión.
Por encima de cualquier consideración urbanística, estarán siempre las ciudadanos que deben hacer posible, la buena convivencia, como por ejemplo los seguramente incansables y abnegados vecinos, que hacen posible año tras año estas fiestas, a ellos mi enhorabuena, y mi ánimo parar seguir construyendo un Titerroy mejor.
De bien nacidos es ser agradecidos, gracias TITERROY.