Pregón del Carnaval 2009

volverPOR    MURGA “LOS ARRETRANCOS»

Arretrancos

Arretrancos, amigos, murgueros, dignísimas autoridades, Sra. Alcaldesa, Sr. Presidente del Cabildo, perdón… bueno perdón no, como estamos en carnavales
creí que estaban travestidos.

Ilma. Sra. Presidenta del Cabildo, Ilmo. Sr. Alcalde, Sr. Concejal de Festejos, dignísimas autoridades, murgueros, compañeros, amigos y Arretrancos.

Cuando el viejo puerto del Arrecife era tan solo un muelle de palo y cuatro callejones bien disimulados, y cada calle que se hacia se bautizaba como la calle nueva, los pejines, y pejeverdes secos eran, en la abundancia, el pan nuestro) de cada día.

Muchos han sido los piratas, y tuertos de dos ojos, que según las crónicas, han fondeado en nuestras costas y muchísimos los visitantes ilustres que han desembarcado y atracado en nuestras playas y veriles.

Del pirata Morato Arráez, que no era de Órzola precisamente, y que venía mucho al carnaval de la Villa, no hablaremos de él, ya que lo que hoy nos ocupa es el carnaval del Puerto, nuestro puerto del Arrecife.

El viajero francés Verneau, que nos visitó en el siglo XIX el carnaval de Arrecife, venía a decirnos que entrando en el mes de febrero, todo el mundo, y gente de bien, los pobres y hasta los abusadores de cuello y corbata, estaban pendientes del carnaval, no solo los que aquí nacimos sino todos aquellos residentes en la isla de Lanzarote salvo las «mascaras aburrías» con la pata retorcía.

Antaño los transportistas y el transporte pesado paralizaban toda actividad, es decir camelleros y camellos se echaban… a la calle.

Patrones, contramaestres y motoristas del Daute, el Pinito, la Fermina y la Herminia, marineros y flota pesquera ponían proa y rumbo a Portonao, a correr los carnavales.

Arrecife se convertía por estas fechas, en una gran pensión que acogía y acoge a todo aquel que veía y ve en el carnaval, parte ancestral de su propia existencia.

Es la fiesta del carnaval un ritual de nacimiento e inversión simbólica donde todo aquello que nos ha sido vetado durante el año se tiene licencia para hacer lo que uno le de la gana, siendo cada cual quien quiera ser y sin que nadie, mediante la mascara, lo reconozca.

Diversión e inversión mágica para que nada cambie, nadie es ante nadie quien es, ni nadie ante nadie lo que debiera ser.

Arrecife ha recibido del carnaval gaditano y chirigotero, raíces sincretismo de sangre barrbateña, y de isla cristina., embriones de aportación y visiones de aquellos que han formado nuestras barriadas cuando vinieron a trabajar, los hombres a la sardina y las mujeres a nuestras fábricas conserveras.

Botargas que corren detrás de los incautos para fecundar con daño, golpeando con su vejigas de cerdo esta estampa ancestral la seguimos viendo hoy día en los Diabletes de la Villa de Teguise o en otras de las joyas que conservamos con orgullo en Arrecife como son los tradicionales buches en la parranda marinera a la que debe su nombre.

Trapo cartón y harina, han pasado al tejido, oropel, lentejuela y fibra de vidrio, roperos y costureras por diseñadores con silicona y grandes almacenes, cuadrillas por cosos, carrozas y gentío a tutiplén.

Arrecife siempre ha sido y será puerto y puerta de entrada de todo lo bueno y lo malo que en esta isla tenemos. Fue en los años de penuria puerto de embarque para nativos del viejo Arrecife y campesinos que embarcándose a bordo de un balandro, balandrita o pailebote, obtenían un jornal imprescindible para su subsistencia.

Arrecife en carnaval es la puerta cósmica que nos transporta y traslada al más allá. es este puerto una recova de ilusiones en que todo se puede conseguir a un precio módico, como en gran botica y mercado persa de las maravillas a donde acudía todo bicho viviente, ya fuese santo o pecador, incluso el mismo dios desde el canto de los infiernos.

Personajes inolvidables los ha habido siempre en la historia del carnaval de Arrecife que han sido la esencia del carnaval que mejor han personificado que las palabras de estos pregoneros algunos de ellos hoy todavía son recordados con cariño por aquellos que los reconocieron y rieron con ellos sus alegrías, disparates y ocurrencias.

Ceferino, Juan Negrín, Siso, Gerardo el pianista al que no había que tocarle mucho la tecla para hacerlo reír y los actuales como Domingo de San Bartolomé o nuestro Charlot o García.

De los más ancestrales, sería el camponés y caballero «Trastín» que bajaba del monte todos los años a lomo de su mulo Repunante y con su perrillo «Sarangüangüita» hasta el Charco de San Ginés.

Era uno de los feligreses fieles que no perdía los carnavales ni que se lo mandara el médico de la china mandarina, ni la del ombligo botao.

Acompañado de su fiel escudero Marcial la Guardia, que terminaba con el fierabrás del vino nuevo, agua pata, templado, y que le venía el apodo porque siempre acababa en manos de los celadores, hospedábanse los expedicionarios en casa de Mariquita «La Alimocha», peninsular, ella que fue rebautizada, por los palanquines del Puerto, como María «la Guirra».

En la troja de «La Guirra» o «La Alimocha», que se meneaba más que el diente de un pensionista del Inserso, pernoctaban, vamos que se quedaban a dormir, si es que dormían, aunque el tiempo que permanecían allí era poco, solo para dejar las escasas pertenencias, las alforjas en que traían un zurrón de gofio y fruta pasada ya que las jareas de la dieta atlántica, que no mediterránea, cualquiera se las regalaba, ya que Trastín siempre echaba mano de algún amigo marinero que le daba alguna, que estos guardaban en la despensa como cara portal.

Era Trastín amante de revestirse de Don Quijote, manchado como un cristo, que con escoba en mano iba barriendo a todo aquel que encontraba en su camino.

Mr. Annimal Smith era otro de los que sentían el carnaval correr por sus venas. Vivía por temporadas en «Mácheres», embarcando tomates en los almacenes de la Tiñosa, tomates de manzana con alma de mujer que con mimo y envueltos en papelillo blanco, para que no se tocaran unos con otros, eran embalados en ceretitas blancas.

A Mr. Smith, lo acompañaba en el camino desde la Tiñosa Nicasio, con su acordeón de botones que se lo había comprado a un forito del puerto, a lomos de su burro al que le ponía unos calzones mientras él se ponía el sálamo o bozal.

Se quedaba en las inmediaciones de la zona donde vivían los comerciantes, armadores de casas de renombre, el cura, el boticario, el médico y enfrente de la casa del alcalde, conocida popularmente como la calle de la pantomima.

Era este hijo de la Gran Bretaña, muy amigo del carpintero Narciso, aquel al que se le murió la mujer y otra de madera hizo en el recuerdo de su querer. Maestro Narciso le hizo unos zancos grandes de equilibrista del circo Toti, como los que usaban los chicos para meterse en los charcos que se formaban en los llanos de Portonao.

Mr. Smith se ponía una sábana y entraba en el casino viejo gritando: «i am the queen. god save the queen», que traducido en mi inglés de diccionario venía a decir más o menos: «soy la reina de los mares y dios me salve a mí, por lo que podemos decir con orgullo y sin temor a equivocarnos y a pesar de que no se recoge por Verneau ya que fue posterior a su llegada, que los drag queen nacieron en el carnaval de Arrecife a mediados del siglo XIX hasta que Mr. Smith se trasladó, por motivos comerciales, hasta los almacenes del parque de Santa Catalina en Las Palmas de la Gran Canaria, de los canarios ya se sabe que aparte de la música que tienen: «culo veo, culo quiero».

Otro personaje inolvidable era sin duda alguna, Ceferino el viejo, conocido cariñosamente por su apodo: Ceferino «La Greñúa».

Era Ceferino el prototipo de hombre gracioso y chuscante de Lanzarote, ingenioso y con sentido del humor que hasta hoy los médicos recomiendan para tener una buena salud.

Según contaban las abuelas de las viejas del lugar, era muy ocurrente, un año se revistió con unas pencas de tunera clavadas en la espalda, con erizos ya que decía que los pencones eran del puerto, se puso un canuto hecho con cajas de cartón alrededor del cuerpo y le dio forma de higo y lo pintó con pintura verde Lanzarote, pintura de puertas «El Faro» que compró en la ferretería del Patera.».

No recuerdo bien si fue en casa de Prats o de Arencibia, lo cierto es que en una de ellas fue, compró una escarapela y cinta de colores que se puso en el pecho y en la otra tienda una pandereta y salía por las calles cantando aquello de: «clavelitos, clavelitos, clavelitos de mi corazón…

Cuando la gente le preguntaba que de que iba disfrazado, decía que de higo tuno. No esperaba a que la gente terminara de reírse para decirles ahí detrás viene el delegado que como es canario, este año viene de higo chumbo.

Personaje impactante de la época era uno singular que aún hoy hablan de él en los barrios del lomo y la puntilla: cosita linda.

Era cosita linda delicada y hechicera del amor, con más curvas que las cuestas de malpaso, tan alta como teresa, sensual, cariñosa, de mirada untuosa, lasciva y hechicera, pelo de coral fino y con más caracoles que cañones tiene la Habana.

Ojos grandes azabaches, de pota del mes de enero, dedos largos como rejos de Fabiana, melodiosa y perfumada de azucenas, y tan dulce néctar como las sebas del mar.

Cuentan, los unos, que no era mujer sino hombre, los otros que era mitad de cada cosa y algún que otro cura padrito, de púlpito sermonero, que era la reencarnación del mismo maligno disfrazado.

Los marineros más viejos del lugar, en cambio, contaban que solo era uno de los camuflajes de la sirena encantadora que cuando el carnaval coincidía con luna nueva, como este año, salía del mar, triste porque no podía encantar a los marineros ya que todos se encontraban en tierra por carnavales.

Algo de cierto debía de haber porque embobecía y dejaba transpuesto hasta Pepito Tabana, sin embargo nunca se la veía rodeada de algunos de los sordos como tapias de los que tanto abundaban y abundan hoy en día, a los que no les hacía efecto su voz y canto hechizeril.

Nada se ha sabido de cosita linda, la última vez que fue vista, fue hace ya muchos años, en su sitio favorito, en casa de Joaquina, restaurante de tres cucharas de Portonao donde siempre recalaban los marineros en carnaval lugar al que acudía a echar el chinchorro y enmallar a los bobitos.
Este año en que el martes de carnaval cae en luna nueva lo más seguro es que se presente nuevamente en casa de Joaquina o en la boca el muelle.

En carnaval aunque nada es lo que parece todo, hasta este pregón, no es sino la verdad, toda la verdad y nada más que la pura verdad, la realidad que es harina de otro costal, que la cuente San Ginés que como santo y patrón tendrá más virtudes y paciencia que nosotros.

¡Adiós mascarita!

¡Adiós mascaron, de popa!

Arretrancos

¡Viva el Carnaval!

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